José María Triper
Corresponsal económico de elEconomista.
En este país nuestro, donde la superstición y la desconfianza forman parte del paisaje nacional, parece que se ha convertido en tabú hablar de brotes verdes. Tanto abusaron, mal y a destiempo, de la expresión el tándem Salgado-Zapatero –Dios los mantenga alejados de nosotros– que ahora nadie se atreve a insinuar siquiera su existencia, aunque despacito y todavía muy incipientes, los brotes verdes empiecen a asomar.
Y no se trata de lanzar las campanas al vuelo y crear ilusiones infundadas como hizo el Gobierno precedente, que todavía hay mucho que abonar y regar en nuestros campos, sino de atenerse a los hechos, simplemente, aún a riesgo de que otra tormenta inesperada nos arruine de nuevo la cosecha.
Porque eso y no otra cosa nos muestran los últimos indicadores de la economía española, y especialmente la evolución en el tercer trimestre. Que no son los brotes verdes de antaño y que tampoco significa que el clima general de nuestra economía y mucho menos la dramática situación de muchas familias, pequeños empresarios y desempleados, vayan a cambiar a corto plazo. No, pero es importante que, al igual que se denuncian los nubarrones, también se reconozca cuando escampa o cuando asoma algún claro en el horizonte, por pequeño que este sea.
Porque, quiérase o no, esperanzador es el dato del PIB del tercer trimestre con una caída del -0,3 por ciento. Que sigue siendo recesión, pero es una décima inferior a la del trimestre precedente y mejora también las expectativas para fin de año. Como es también esperanzador que el déficit estructural se esté reduciendo al 3,5 por ciento, o que el dinamismo sostenido de nuestro sector exterior, apoyado en las exportaciones y el turismo, continúe compensando parcialmente la caída en la demanda interna lo que refleja también que estamos consiguiendo ganancias importantes en productividad y en competitividad. En este punto, es también un signo positivo el hecho de que España vaya a cerrar el año con la balanza corriente casi en equilibrio, lo que supone que no vamos a necesitar financiación exterior para impulsar el crecimiento.
Pero hay más. Dentro del área que compete a la ministra de Empleo, Fátima Báñez, la EPA del último trimestre, muestra ya un frenazo significativo en la caída del empleo en el sector privado que, entre junio y septiembre perdió sólo 500 asalariados frente a los más de 30.000 de un año antes. Y eso también es signo evidente de esperanza, aunque el ajuste le toca ahora a las administraciones.
Y, si a esto añadimos que España ha colocado 52.000 millones de deuda desde septiembre superando con notable alto la reválida de octubre y con el bono a diez años bajando de 650 puntos básicos a sólo 420 y que la Bolsa también empieza a respirar, pues habrá que convenir que sí. Que hay brotes verdes. Muy verdes todavía, pero que pueden sentar las bases de la recuperación y que, de momento, nos permiten guardar el comodín del rescate, sobre todo si como nos anunciaba Olli Rehn, Bruselas nos echa una mano con el déficit.