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Opinión

La crisis de la incertidumbre

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En este artículo de opinión “La crisis de la incertidumbre”, el periodista especializado en economía, José María Triper, apunta las cuatro crisis que debe afrontar España en 2023.

Si hay algo que hoy es comúnmente aceptado en el conjunto de la sociedad española, y de la europea en general, es que este 2023 que acabamos de iniciar será un año plagado de incertidumbres, caliente en la política y problemático en la economía.

Dominado por la continuidad de la guerra en Ucrania y la crisis energética y con las incertidumbres derivadas del rebrote epidémico de China, aquí en España el calendario está marcado por las elecciones locales de mayo y generales de diciembre. Unos comicios que, tal vez, sean los más trascendentales desde la Transición, en las que nunca como hasta ahora están en juego la democracia, el Estado de Derecho y el sistema de libertades heredado del 78.

Elecciones para el cambio, según apuntan las encuestas -todas menos las fantochadas de Tezanos- que tendrán su primera vuelta en las autonómicas y municipales de mayo y serán determinantes para el resultado de las generales, si como apuntan las encuestas el Partido Popular consigue aumentar sustancialmente su poder territorial.

Afrontando 4 modelos de crisis

Y cambio que, si finalmente se produce, obligará al Gobierno resultante a afrontar una tormenta perfecta de cuatro crisis simultáneas: la crisis constitucional para restañar los atentados que el gobierno socialcomunista ha perpetrado contra nuestra Carta Magna y el régimen del 78; la institucional para devolver el prestigio a las instituciones y acabar con el asalto que Sánchez y sus socios han realizado en el Poder Judicial, el Parlamento y el resto de organismos reguladores y contrapoderes a los que el Estado de Derecho exige plena independencia; la crisis territorial centrada en la deriva del secesionismo catalán y como añadido una crisis económica España por la que España entrará en una fase de estancamiento o crecimiento raquítico en torno o por debajo del 1% durante el primer semestre del año con una inflación complicada y crisis de empleo.

Mientras que, desde el sector exterior, los datos de la Balanza de Pagos del Banco de España correspondientes a los nueve primeros meses de 2022 muestran un fuerte descenso del superávit de la balanza corriente, que alcanzó 1,4 miles de millones frente a los 6,2 miles de millones del mismo periodo del año anterior, consecuencia del notable deterioro del saldo de bienes y servicios no turísticos.

Advertencias foráneas

El vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), Luis de Guindos, ha advertido ya que la eurozona enfrenta a una “situación económica muy difícil”, para añadir que “con una recesión en el horizonte, la elevada incertidumbre actual hace aún más difícil que las empresas y los empresarios distribuyan su capital”. Medios próximos a la entidad que preside Christine Lagarde confirman que, las palabras de su vicepresidente son un anuncio, más que un aviso, porque el BCE necesita “una recesión en Europa para relajar el consumo y controlar la inflación sin necesidad de disparar los tipos de interés”.

En línea con de Guindos, el Centro de Investigaciones Económicas y Empresariales, ubicado en Londres, asegura que la actividad económica mundial entrará en contracción en 2023, a partir de la suba de tasas de interés por los principales bancos centrales, mientras que desde el Fondo Monetario Internacional (FMI) ya anuncia que el año 2023 será más duro que 2022, confirmando que las tres grandes economías mundiales,

También el índice de la Tax Fundation, el principal instituto de investigación independiente de EE UU, acaba de calificar a España como uno de los países con peor competitividad fiscal de todas las economías desarrolladas, con unos contribuyentes que soportamos un esfuerzo fiscal sobre la renta disponible superior en un 53% a la media de nuestros socios de la UE.

Mientras que la presión fiscal sobre las empresas es del 32,5% frente al 23,5% de media de la los veintisiete estados miembros de la UE que, a través de Eurostat sigue situando a España como el líder del desempleo de la UE, con una tasa de paro del 12,4% duplicando prácticamente el 6,5% de media de la Unión, con el añadido de que son españoles cuatro de cada diez jóvenes europeos que están en paro.

Y esto no son augurios catastrofistas de profetas derrotistas, sino la conclusión que se desprende del análisis de los datos y los informes de prácticamente todos los organismos internacionales que, salvo los tezanizados dependientes del Gobierno, muestran como España no sólo es el único país de la UE que todavía el PIB anterior a la pandemia, sino que los españoles hemos sufrido la mayor pérdida de poder adquisitivo de la OCDE, agobiados por el encarecimiento de los precios, los impuestos abusivos, la inseguridad jurídica y el aumento de las cotizaciones y la subida de los tipos de interés. Así de claro y así de grave.

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