Artículo de Jesús Centenera, Ageron Internacional, para Moneda Única.
Era una mañana tranquila, a mediados del mes de las cerezas, y el sol primaveral empezaba a calentar suavemente la tierra en España, que se despertaba perezosamente, mientras llovía y hacía frio en la región de Bruselas-Capital. Debería haber seguido el debate telemáticamente, sentado al solecito en la terraza de casa y sin mascarilla, pero me interesaba tanto el tema, que había decidido solicitar ser de los pocos invitados que asistían presencialmente. Después de 20 años desde su solicitud formal de ingreso en la UE, Turquía había dicho que requería una respuesta o retiraría la misma de manera definitiva. Aunque el tango diga que 20 años no es nada, la paciencia turca había sido llevada al extremo y el gobierno había decidido aprovechar el Brexit para echar un último pulso. O amagar con el mismo. Porque, ¿Cuál era el verdadero motivo de la renuencia? ¿Se podía mantener eternamente a un estado llamando a la puerta, esperando en la nieve a los pies de las murallas como en el “Gang nach Canossa”?
No empieza muy bien para nadie un debate si la primera intervención la realiza un país que tiene una inquina histórica tremenda, aunque luego sea socio en la misma Alianza militar. “No se trata del potencial económico de Turquía, ni de su aceptación del acervo comunitario, sino de la propia esencia de nuestra Unión, que se basa en una comunidad de historia y de espíritu, basada en la filosofía griega clásica, de la que tan orgullosos nos sentimos, en el derecho romano, que nos han aportado las bases de la justicia, y en la tradición judeocristiana, que forma la base espiritual de nuestra esencia”.
El representante de uno de los países nórdicos, muy en plan nueva guardia Varega, recordó a la augusta asamblea que la Unión Europea no era un “club cristiano” y que el Tratado de constitución de la UE no hacía referencia alguna a ese punto, solicitando que se ciñeran al elemento a discutir entre estados democráticos y laicos.
“Ciertamente, hablamos de estados democráticos -terció un diputado francés- con valores comunes expuestos ya desde la proclamación desde la Déclaration des Droits de l’Homme et du Citoyen, algo que no parece que el actual estado turco esté respetando, desde continuar negando el genocidio armenio, hasta la limitación actual de las libertades civiles de la oposición y de la prensa”.
Aprovechando la ocasión, un eurodiputado del Benelux indicó que, si se trataba sólo de un tema coyuntural, por la compleja situación política actual y la actuación del gobierno en Ankara, se aceptaba de facto por la asamblea que una vez resuelto ese factor no habría otro impedimento.
Pidió la palabra el representante italiano, curiosamente de origen veneciano: “Somos hijos de nuestros padres, nietos de nuestros abuelos, vástagos de nuestros ancestros, de los que aprendemos cuentos y relatos, más o menos elaborados, pero también historias verdaderas incontestables. Como la del conde Marco Antonio Bragadino y sus compañeros, tanto de la Serenísima República, como chipriotas, que se rindieron en Famagusta el 5 de agosto de 1571 después de una heroica resistencia de casi un año a las tropas turcas bajo promesa de salvoconducto. Bragadino fue mutilado, torturado, desollado vivo y descuartizado. Después siguió una orgía de asesinatos hacia la población civil.” Como diría Alfio: “Ad essi, non perdono, vendetta avrò”. Y, por no hacer muy largo el cuento, resumiré con una fecha y un nombre las intervenciones de varios países: dice Hungría algo de Mohács y del 1526, relatando pormenores, que nunca fueron cosa menor; Austria hace doblete con mención a 1529 y 1683, lamentando no poder ofrecer cruasanes a los eurodiputados asistentes por las medidas higiénicas de la pandemia, y murmura algo sobre cómo son los franceses que se apropian de todo; los polacos algo sobre Żurawno y el año 1676, de cuando marchaban de la mano de los lituanos. El representante maltés farfulló algo sobre 1571, pero fue muy lacónico. Se levantó y dijo: “Malta, cinco galeras” y se sentó. ¡A saber qué quiso decir! Los búlgaros no sé qué, que qué se yo, sobre 1878 y las injerencias hasta hoy en día. En fin, una larga lista de agravios, todos ellos del pasado, más o menos remoto. El representante español, con esa filosofía tan nuestra, plasmada en la “Alianza de civilizaciones” omite comentar nada, dando a entender que todo el mundo es bueno a su manera. Quizás nunca leyó el Trato de Argel de Cervantes:
“Queda el moro muy gozoso
del injusto y crudo hecho;
el turco está satisfecho;
el cristiano, temeroso.
Yo he venido a referiros
lo que no pudistes ver,
si os lo ha dejado entender
mis lágrimas y suspiros.”
Utilizando el informe de la Comisión independiente del mes de septiembre de 2004, uno de los representantes de los estados Bálticos indicó que esas objeciones se tendrían que haber presentado cuando se presentó la primera o la segunda solicitud, algo que no se hizo cuando se les concedió el estatus de candidato.
Alemania, con más de dos millones y medio de turcos, muchos todavía con esta nacionalidad, y socio económico preferente, ha mantenido siempre una cauta postura, pero no una oposición frontal. Uno de sus eurodiputados afirmó: “Deberíamos olvidar los horrores y las mezquindades del pasado, porque la propia Europa tiene su larga lista en América, África, Asia y Oceanía, sin olvidar nuestra guerras internas, llenas de horrores, y sé de qué les hablo, señorías. No hablamos de la Sublime Puerta, ni del Imperio otomano, sino del estado moderno, laico y democrático que es la Turquía actual. Jamás podremos mirar hacia el futuro y construir una Europa mejor, si seguimos mirando siempre hacia atrás, hacia el pasado”.
A lo que le respondió el eurodiputado Chipriota: “Nos gustaría, de verdad, pero no podemos, porque en nuestra hermosa isla, en la misma ciudad de Famagusta que comentaba mi colega italiano, sigue habiendo tropas de ocupación turcas hoy en día, que nos recuerdan la verdadera naturaleza del estado que quiere sentarse con nosotros en la misma mesa.”
Cierro mi bloc de notas y pienso que sigue flotando en el aire, como el Rondo alla turca de Mozart, la verdadera pregunta de si Turquía es Europa, o más importante aún, ¿Qué queremos que sea nuestra Europa en el futuro? “Kismet”.