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Brasil abre el sector de la sanidad a la inversión extranjera

Opinión-Garrigues

Jaime L. Iglesias Gallardo
GARRIGUES* BRASIL


Tal y como se había previsto, la economía brasileña sufrió, en el 2014, un proceso de enfriamiento que le llevó a entrar en recesión técnica en el segundo trimestre. Varios fueron los factores que contribuyeron a acabar con un largo período de crecimiento, entre ellos, la caída del precio de las commodities y la incertidumbre electoral que solo se despejaría a final de año con una segunda vuelta muy ajustada en la que salió reelegida Dilma Rousseff.

Frente al nuevo contexto económico, la presidenta optó por nombrar como nuevo Ministro de Economía a Joaquim Levy, hasta entonces director superintendente de Bradesco Asset Management, en lo que parece ser un cambio de rumbo en la política económica. Joaquim Levy es un economista ortodoxo formado en la Escuela de Chicago con importantes experiencias en la Administración (del 2003 al 2006 fue secretario del Tesoro). El nuevo ministro ya anunció que llevará a cabo un serio ajuste fiscal que se traducirá, con toda probabilidad, en más impuestos y menos gasto público.

Pero, la pregunta que sigue en el aire es si ese ajuste fiscal irá acompañado de políticas de mayor apertura económica del país, que vienen siendo reclamadas insistentemente desde fuera y desde dentro Brasil.

A este respecto conviene subrayar que el 20 de enero de 2015, se publicó la Ley nº 13.097 que, entre otros asuntos, modifica algunas disposiciones de la Ley nº 8.080, de 19 de Septiembre de 1990. En virtud de estas modificaciones, el legislador brasileño autoriza la participación directa o indirecta, incluyendo el control, de empresas o de capital extranjero en el sector de la salud.

El cambio es realmente significativo porque el sector de la sanidad había sido, tradicionalmente, un sector cerrado a la inversión extranjera. La propia Constitución Brasileña prohíbe la participación de capital extranjero en actividades relacionadas con la sanidad, salvo que la ley lo permita y la Ley nº 8.080, lejos de autorizar la inversión extranjera, reafirmaba la prohibición contenida en la Constitución Brasileña dejando un ámbito muy limitado (o casi nulo) para la inversión extranjera. En concreto, conforme a la referida Ley según su antigua redacción de 1990, solo se permitían las donaciones de organismos internacionales vinculados a la Organización de las Naciones Unidas, de entidades de cooperación técnica y de financiación. Además, algunas normas dispersas autorizaban una muy limitada inversión extranjera en algunas actividades relacionadas con la sanidad (como el caso de los seguros de salud privados). En resumen, el sector estaba prácticamente cerrado al inversión extranjera.

Con las recientes modificaciones de 2015 a la mencionada Ley nº 8.080, la situación ha dado un giro copernicano de modo que las empresas extranjeras podrán invertir en:

– personas jurídicas que se dediquen a instalar, operar o explotar hospitales (incluyendo los filantrópicos), policlínicos, clínicas, etc.

– actividades de diagnóstico y apoyo, como laboratorios de análisis clínicos y genéticos, anatomía patológica, diagnóstico por imagen y producción y suministro de medicamentos.

Como ya se ha dicho, el cambio es realmente significativo, máxime si se tiene en cuenta que, según estimaciones, el sector de la sanidad en Brasil representa aproximadamente al 10,2% del PIB.

Veremos, en los próximos meses, si estas modificaciones consiguen atraer inversión extranjera.

En todo caso, al hilo de estas novedades, surge la pregunta de si las medidas adoptadas son un indicio de una mayor e inminente apertura de Brasil en otros sectores.

Realmente, no es posible anticipar una respuesta pero sí se pueden ofrecer algunos datos relevantes.

En primer lugar, cabe decir que Brasil es un país en el que el proteccionismo tiene profundas raíces, datadas incluso desde principios del siglo XIX.

En segundo lugar, ese proteccionismo tan enraizado no ha impedido que a lo largo de los últimos años Brasil adoptase medidas de cara a una mayor apertura de su economía como sucedió en los sectores de las telecomunicaciones, electricidad, hidrocarburos, puertos, etc.

En tercer lugar, aunque el nivel de apertura económica de Brasil no haya alcanzado los niveles deseables (en comparación con otros países de su entorno) Brasil sigue siendo el mayor receptor de inversión extranjera en Latinoamérica y se ha erigido en los últimos años, por derecho propio, en un actor mundial relevante (política y económicamente).

Dicho esto, es más que probable que Brasil continúe dando pasos hacia una mayor apertura. Las incógnitas seguirán siendo el cuándo (a qué ritmo), el cuánto y el cómo, pero a este respecto es de destacar, como ya se anticipaba, que hoy en día (en un contexto de crisis económica) son cada vez más las voces (muchas provenientes de Brasil), que claman por una mayor y rápida apertura de la economía brasileña, entre otros motivos, para poder recuperar lo antes posible (y con mayor solidez) la senda del crecimiento.

Por ahora, sabemos que esperan años de consolidación fiscal. Si ese ajuste irá acompañado, además, de nuevas medidas de apertura de la economía brasileña lo veremos en los próximos meses.

Jaime L. Iglesias Gallardo
GARRIGUES* BRASIL
* GARRIGUES es miembro-fundador de la red global de despachos fiscalistas independientes TAXAND

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