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El error incongruente de los tipos de interés

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El error incongruente de los tipos de interés es un artículo de José María Triper, periodista económico y colaborador de Moneda Única.

Cinco subidas de tipos de interés ha consumado ya el Banco Central Europeo (BCE), hasta situarlos en su nivel más alto en 15 años y la tasa de inflación no sólo no baja, sino que en abril ha vuelto a aumentar hasta el 7% en la zona euro.

Y pese a la constatación de esta realidad, los burócratas del organismo encargado de la política monetaria de la UE, con su presidenta, Christine Lagarde a la cabeza, siguen empecinados en mantener y prolongar una receta que choca frontalmente con las voces de expertos y analistas que, cada vez más y con mayores argumentos, empiezan a plantearse si no se estará siguiendo una estrategia equivocada y estaremos vistiendo al apóstol de la inflación desnudando al santo de la economía hasta condenarnos a una peligrosa situación de desaceleración y estanflación.

Amenaza que asoma ya en países como España, donde el Gobierno ha reconocido que teme un empeoramiento de la economía fruto de un mayor endurecimiento de la política monetaria del BCE. Hasta el punto de que en el documento que Moncloa remitió a la Comisión Europea reconoce que, si la institución monetaria eleva los tipos de interés en 120 puntos básicos, el PIB llegaría a caer hasta un 0,8% respecto al escenario macroeconómico base en 2026. Y España es también el país que lidera la caída de las hipotecas en la UE, mientras la banca española constata un desplome de la demanda de créditos de las empresa y familias superior a la media de la zona euro.

“Elevar los tipos en este contexto contraerá aún más el consumo, retrasará las inversiones y también deteriorará el mercado laboral”, aseguraba Stanilas Jourdan, director ejecutivo de Positive Money Europe, analizando las subidas de tipos de interés del Banco Central Europeo, insistiendo en su política de seguidismo de la Reserva Federal de EE UU sin reparar que en la cuestión de la subida continuada de los precios existen dos tipos de trastornos: la inflación de demanda y la inflación de oferta.

Y en el caso que nos ocupa hoy en Europa y en España parece evidente que tras la fuerte desaceleración de las economías derivadas del COVID 19 y de la invasión de Ucrania, con caídas relevantes en la actividad y en el consumo, aderezadas por los graves problemas de suministro de materias primas y productos intermedios, estamos ante un caso claro de inflación de oferta por inflación de costes. Es decir, que la escalada de los precios no se produce por un crecimiento de la demanda de consumo sino por el encarecimiento de los costes de producción, energéticos, de transportes, salariales y por un incremento abusivo de los impuestos y las cotizaciones.

Un caso singular en el que aplicar medidas indiscriminadas de alzas en los tipos de interés para restringir el dinero en circulación de las empresas y particulares, elevando también el precio de las hipotecas y los créditos, dañando la capacidad de las empresas para financiar su actividad, induce a provocar caídas del consumo y la inversión con las consiguientes repercusiones negativas sobre la producción y el empleo que terminarán por provocar una recesión más larga y profunda, con la consiguiente destrucción de puestos de trabajo y el aumento de los niveles de pobreza.

“Es cuestión de tiempo que el BCE se muestre impotente para hacer frente a la inflación del shock de la oferta por la energía y de los cuellos de botella del comercio global. Así que necesitamos un debate democrático mucho más matizado sobre esto, y ser muy críticos con la idea de que más aumentos agresivos de tipos son una política inteligente”, reflexionaba Philipp Heimberger, economista del Instituto de Estudios Económicos Internacionales de Viena.

Y es aquí donde se produce la controversia. Porque a diferencia de Estados Unidos que es exportador neto de energía, en Europa importamos materias primas, pero somos exportadores de manufacturas y productos industriales, lo que esto debería ser motivo suficiente para que desde el BCE empezaran a abandonar las estela norteamericana y no subir los tipos para dejar que el euro se devalúe más respecto al dólar. Cierto que esto encarecería la energía importada, pero también lo es que ayudaría a aumentar las exportaciones y se generaría actividad. Todo ello acompañado de políticas de estímulos como bajar impuestos para fomentar la productividad y la competitividad de nuestras economías y de nuestras empresas.

Eso sería atender a los requerimientos de la economía real o, como decía el gran Lope de Vega, bajar de las musas al teatro. Pero, probablemente, eso es pedir demasiado a quienes, desde la burocracia de sus despachos y bien remunerados, ni atienden ni les ocupan las necesidades de la gente.

A diferencia de Estados Unidos que es exportador neto de energía, en Europa importamos materias primas pero somos exportadores de manufacturas y productos industriales, lo que esto debería ser motivo suficiente para que el BCE abandonara el seguidismo norteamericano con los tipos de interés.

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