Sin el peso que supone lucir los galones de ser el Presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, muestra su mejor versión. Aquella que le permite ser “la persona”. La del adolescente que siempre tuvo claro que su destino era la política y que defiende que la inteligencia natural siempre estará por encima de la artificial porque, a esta última, “no se le pone la piel de gallina. Calcula pero no siente”. La del castellano leonés que habla mirando a los ojos y que se declara admirador de una filósofa, la malagueña María Zambrano.
Apasionado por Latinoamérica, tierra que ha visitado 237 veces, José Luis Rodríguez Zapatero, está convencido de que las elecciones de octubre en Brasil marcarán un antes y un después en el nuevo orden mundial. Un nuevo escenario en el que España, y el sector exterior español, tiene su gran oportunidad.

Ha cambiado la presidencia del Gobierno por la Presidencia del think tank Gate Center, ¿Cuál es el sentido del proyecto? ¿Por qué ahora?
La idea de este foro de pensamiento y debate surge de la necesidad de contar con un buen testigo de los cambios que se están produciendo en la geopolítica global. El objetivo es analizarlos con una mirada abierta y global, con foco en todas las regiones, aunque especialmente, en el mundo emergente.
¿Qué valor añadido aporta Gate Center frente a otros think tank?
En un plano más teórico, somos conscientes de que estamos viviendo el momento de cambios más profundo desde la II Guerra Mundial. Desde Gate Center estudiamos cuáles son con el objetivo de conocer cómo impactan en el conjunto de un orden global que actualmente se encuentra roto y, más concretamente, cuál es su impacto en el mundo occidental y en Europa y España en particular.
En el plano metodológico, aplicamos un modelo que estudia cómo los avances tecnológicos impactan en la economía y, a partir de ese análisis, observar cuál es el impacto de la economía en la política y en la geopolítica para establecer conclusiones que contribuyan a evitar situaciones críticas que pongan en jaque la competitividad y el desarrollo de los países.

¿Hacia qué “polo” se mueve la economía y por qué?
Según nuestro análisis, hemos empezado a atravesar un proceso de encadenamiento en el que la economía ya está girando hacia las tres regiones con más pujanza de los últimos años y que, por tanto, serán las que marcarán el devenir de los años futuros.
En esta primera fase, la protagonista es Asia, que ha tomado el relevo del mundo occidental. En la segunda fase Latinoamérica será quien recoja el testigo. Y en la tercera, el eje rotará hacia África que, pese al condicionamiento que supone la inestabilidad institucional, tiene como ventaja el ser una potencia demográfica.
No ha mencionado Estados Unidos…
Estados Unidos afronta las dos encrucijadas más serias desde la Guerra Civil y que explican la crisis política que se está viviendo: el cambio demográfico y el surgimiento del nuevo rival sistémico que es China.

Respecto al primero de ellos quiero puntualizar que es precisamente lo que explica el ascenso de Trump, ya que la mayoría blanca no ha sabido asumir la nueva realidad poblacional de una mayoría de minorías. Dicho lo anterior, Estados Unidos debe analizar ese doble proceso, evaluarlo, digerirlo y darle una respuesta. Por el momento no se ha producido.
¿Cuál sería esa respuesta?
En el nuevo marco en el que nos encontramos el liderazgo militar, económico y político, de Estados Unidos tiene que transformarse necesariamente. El modelo que permitía ese liderazgo claro estaba sustentado en una geopolítica y una coyuntura muy determinadas que han cambiado y, por tanto, no es válido.
Sin embargo, hay un continuismo inercial entre la política de Trump y la política de Biden con muy pequeños matices, lo cual deja abierto un problema de fondo. No se ha producido un gran debate sobre hacia donde deben dirigirse las actuaciones en el nuevo orden. Algo, por otra parte, entendible ya que EEUU volcó su acción exterior en la lucha contra el terrorismo mientras lo que marcaba el futuro era el avance de China y de los países emergentes.
Resulta paradójico que una potencia como Estados Unidos no supiera anticiparse…
En mi opinión no ha sido la falta de anticipación lo que ha provocado el estancamiento sino los atentados contra las torres gemelas, que marcaron la política exterior de Estados Unidos hacia la lucha contra el terrorismo. El terrorismo no cambia ni derrumba gobiernos, pero sí tiene unos enormes efectos y consecuencias políticas.

Las intervenciones de Estados Unidos en Irak, Afganistán, Libia, Yemen, han tenido un coste de seis billones de dólares -con resultados, por cierto bastante deficientes-. Durante ese mismo periodo China ha invertido en tecnología una cantidad muy aproximada. Esta ha sido, precisamente, la gran ventaja del gigante asiático.
En sus respuestas se refiere constantemente a ese nuevo orden global, sin embargo las palabras relocalización y desglobalización son términos cada vez más habituales en los discursos de algunos analistas.
El estallido de la pandemia y posteriormente de la guerra, está originando un auténtico estrés en la sociedad y las economías, despertando al fantasma de la desglobalización. Es cierto que tenemos que prepararnos para enfrentarnos a sucesivas y graves crisis hasta que alumbremos ese nuevo modelo de marco internacional que afectará al multilateralismo, a la cooperación y al comercio.
Estamos ahora en la fase de agudización de las contradicciones. Bajo este contexto, la reacción impetuosa de desglobalizar o buscar garantías de suministro y energías más cerca no va a funcionar.
La globalización es fruto del avance tecnológico y a día de hoy todo es global. Dar marcha atrás sería un retraso para la humanidad, especialmente para las economías avanzadas. Piense que los procesos de relocalización van acompañados de un incremento de costes que se traducirá en una pérdida de competitividad. Por tanto, la desglobalización es un desiderátum.
En ese nuevo marco que dibuja, ¿Cuál es la clave?
Es imprescindible hacer un STOP para repasar la carta de San Francisco. Hemos de adaptar el tratado de la ONU y establecer un nuevo arbitrio. Y esto pasa, a su vez, por replantear la gobernanza de la globalización y asumir que ésta, en su sentido más amplio, es un camino sin retorno y tiene un desarrollo positivo para el progreso de la humanidad en su conjunto. De lo contrario estaremos abocados al fracaso.
¿Quién liderará en esa nueva gobernanza?
Por sus postulados fundacionales, debería ser Europa, pero puede que sea Latinoamérica.
¿Por qué no Europa?
La guerra de Ucrania es el gran condicionante. El conflicto con Ucrania limita mucho la visión de la realidad internacional centrándola en Rusia. Esto bloquea a la Unión Europea y condiciona su posición de liderazgo.
Y, ¿por qué sí Latinoamérica?
La región, en sí, es un occidente singular por su posición geoestratégica, geopolítica y geoeconómica con fuertes lazos con oriente y con occidente. Además, es un demográficamente joven, con grandes recursos naturales, con tasas de alfabetización importante, en el que se están produciendo los grandes y más interesantes movimientos sociales…
Latinoamérica en algún momento de la historia deberá ser ese gran impulso que necesitan las economías mundiales. Y creo que, pese a que debe hacer un gigantesco esfuerzo, ha llegado el momento. A este respecto, he de decirle que el hecho político más trascendente este año son las elecciones en Brasil.
Elecciones que vienen determinadas por el regreso de Lula. ¿Qué significaría su victoria?
La victoria de Lula en las elecciones de octubre en Brasil (si finalmente se produce) marcará un antes y un después no sólo en Latinoamérica sino en el orden geopolítico internacional.

Brasil es una potencia, Lula va a aglutinar Latinoamérica y es el único líder con potencia y prestigio suficiente que tiene capacidad para interlocutar con occidente y con los países emergentes. Tiene la confiabilidad de ambos. Recordemos que fue Lula quien lideró los BRICS. África mira a Lula, China, India y EEUU respectan a Lula, Europa aprecia a Lula. No hay otra figura política internacional.
¿Cree que Lula puede ser el artífice del principio del fin en el conflicto entre Rusia y Ucrania?
Desde luego va a ser muy relevante. Pensemos que regiones como Latinoamérica también están sufriendo las consecuencias económicas de una guerra que, sin embargo, sienten muy distante. Las decisiones se han tomado unilateralmente por la Unión Europea pero sus consecuencias sí están impactando en países como los que conforman Latinoamérica. Por tanto, Brasil en particular y Latinoamérica en general, tienen un gran interés en que se llegue un acuerdo. Lula constituye la esperanza de un proceso que ha de ser el renacimiento de un orden internacional que, a día de hoy, está roto.
¿Cree que las medidas para solucionar los problemas derivados del conflicto de Ucrania, entre ellos los niveles desmedidos de la inflación, son suficientes? ¿Qué se puede hacer?
Antes de contestar a su pregunta quiero insistir en una idea que parece estar pasándose por alto: la guerra de Ucrania es más que un aviso. Es una alarma roja que alerta sobre el riesgo de una gran confrontación. Dicho esto, el alcance de las medidas que se están tomando es limitado, ya que los precios son internacionales. Medidas como el pacto de rentas no son suficientes. No necesitamos un pacto de rentas sino un pacto de fin a la guerra. Por otra parte, creo que Europa debe reconsiderar su posición con Turquía. Es un país clave. Y creo que si hubiera formado parte de la Unión Europea la guerra no se habría producido.
Ahondando un poco más en las medidas y en la política monetaria, ¿es momento de subir los tipos de interés?
La subida de tipos de interés es poco más que una tirita que no soluciona el problema de fondo. Si no queremos entrar en recesión global estamos obligados a intentar un acuerdo de paz y buscar, al menos, una solución provisional.
Aunque la relación de España con Rusia y Ucrania es menor que la de otros homólogos europeos, especialmente en materia energética, las previsiones (Funcas, Cámara de España) apuntan a una desaceleración de nuestro sector exterior. De hecho, el último informe del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo ya muestra un incremento del déficit y una caída de la tasa de cobertura ¿está en riesgo nuestro sector exterior?

Al contrario. Veo grandes posibilidades para España en esta fase de agudización de las contradicciones en la economía mundial. Es verdad que nuestro saldo comercial está muy determinado por el saldo energético pero esto es algo temporal. Tenemos una gran fortaleza exportadora y podemos convertirnos en una gran potencia exportadora pero tenemos que insistir en dos ámbitos: reforzar el apoyo político a nuestras exportaciones para incrementar nuestro sector exterior, cuyas dimensiones son muy reducidas.
Cuando habla de potencia exportadora, ¿ser refiere a competir, por el liderazgo que a día de hoy sostiene Alemania?
Los precios de la energía hacen que nuestro sector exterior sufra. Pero también sufre Alemania que, después de 30 años, ha registrado su primer déficit comercial. Alemania es, precisamente, la gran preocupación por ser el sostén económico de la UE. Su modelo económico se basaba en comprar energía barata a Rusia y mantener el superávit comercial con China. Dos sustentos del exitoso modelo económico alemán que la coyuntura actual ha puesto en cuestión. Hemos de observar cómo responde a esta situación porque dependiendo de cómo vaya Alemania así irá Europa.
Dada la situación actual, ¿es Latinoamérica la gran oportunidad para las empresas españolas?
España debe reintensificar su acción política en Latinoamérica. La gran oportunidad de diseñar y consolidar una política exterior, multilateral, de cooperación y que aporte gran fortaleza para España reside hoy más que nunca en fortalecer la alianza con Latinoamérica. Las sinergias económicas y comerciales con Latinoamérica deben ser una prioridad.
El éxito de nuestra política exterior en lo económico, en lo cultural va a depender de nuestra humildad como país y de nuestra capacidad de ayudar y cooperar con Latinoamérica. Nuestro sector exterior tiene que entender y asumir que de aquí a 10 años las grandes clases medias que van a consumir están en Asia -que se prevé cuente con 800 millones de personas de clase media en 2025 y concentre el 74% de los Universitarios del mundo-, Latinoamérica y África. Nuestros mercados son mercados más que maduros pero si queremos ser una gran potencia exportadora debemos tener visión de futuro y hemos de pensar en Asia y en Latinoamérica.
En ese nuevo orden comercial los tratados de libre comercio como Mercosur, serán definitivos para España…
La forja de tratados internacionales que contribuyan a facilitar y mejorar las relaciones comerciales es uno de los capítulos importantes en la mesa del nuevo orden internacional.
El nuevo orden comercial del mundo va a ser crucial y España tiene que ganar espacios en ese debate. Tenemos músculo exportador, tenemos marca. Nos interesan, por tanto, economías abiertas. Podemos salir de esta encrucijada siendo como la Alemania de los últimos 30 años, como una gran potencia exportadora. En un orden multilateral renacido esa debe ser nuestra ventaja.

Ayer mismo se conocía que el Gobierno está valorando la oferta de Venezuela para la importación de petróleo, ¿cuál es su posición al respecto?; ¿es realmente una oportunidad?; ¿cuáles son los riesgos?
El proceso está liderado por EEUU y será él quien marque el camino. Me consta que EEUU está en contacto con todas las petroleras que han estado o están en Venezuela. Por otra parte, este giro es un cambio político notable. Siempre he defendido el diálogo político con Venezuela y ahora, por fin, hay una mirada distinta. Ese diálogo se pone en marcha y me siento satisfecho.
Un punto de satisfacción que llega después de haberle granjeado muchas críticas…
Esto ha ocurrido porque nos dejamos llevar por el preconcepto y nos equivocamos. El diálogo con Venezuela es una idea que he defendido muy en solitario muchas veces. Le diré que he viajado tanto a Venezuela que después de España es el país que más conozco a fondo. Todo el mundo habla de oídas pero hay que estar allí. Pasar horas y horas de tu vida hablando con el Gobierno y la oposición te permite hacerte una composición de lugar objetiva.
He estado allí en los momentos más difíciles y, en contra de lo que se dice, no tengo filias ni fobias. Mi análisis político, social y económico es estrictamente objetivo sobre algo que he conocido a fondo y creo tener elementos suficientes para evaluar.

Entrevista realizada por Beatriz Triper para Moneda Única