La Inteligencia Económica y su utilidad - Moneda Única
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La Inteligencia Económica y su utilidad

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La Inteligencia Económica (iE) es una de las cuestiones claves para el desarrollo de la estrategia de acción de la economía, de los países y para las empresas. Por este motivo, desde Moneda Única retomamos la publicación periódica de artículos y noticias relacionados con la iE. Y para ello, creamos una nueva sección, que a partir de ahora aspira a ser la referencia de la iE para las pymes españolas.

Que las empresas españolas puedan acuñar y utilizar, como algo natural, la importancia que tiene la información para la planificación; la transformación del conocimiento para el desarrollo de la actividad internacional de las empresas en mercados exteriores, son cosas claves para el éxito empresarial.

¿Qué es la Inteligencia económica (iE)?

La Inteligencia Económica (iE) es una ingeniería de la información. También conocida como Inteligencia Competitiva o de los Negocios (Business Intelligence), la iE sitúa su foco fundamentalmente sobre la información y su transformación en conocimiento. Para hacerlo, incorpora y aplica los conceptos, procesos, técnicas, herramientas, estrategias y tácticas utilizados por los servicios de inteligencia de los estados, al mundo de la economía y los negocios, ya sea en el plano nacional como internacional.

En sí, la iE es una ingeniería de la recolección, interpretación, análisis, valoración, y difusión  de la información estratégicamente útil. Para ello, utiliza todos los recursos de las tecnologías de la información y la comunicación, los recursos humanos, y de su influencia, para dar a las empresas y organizaciones los medios de ser más competitivas y eficaces.

Así, la utilización de la iE y competitiva permite a cualquier compañía u organización situarse en un mundo globalizado y altamente competitivo, crecer, anticiparse a los cambios, descubrir oportunidades, influir sobre su entorno, y protegerse ante las amenazas externas e internas, ya sea defendiéndose o utilizando contramedidas.

Por tanto, la iE aporta valor añadido, y redunda directamente en las cuentas de resultados de las compañías y organizaciones. Es decir, su utilización no es un gasto; es una inversión. Que esto sea así depende directamente del conocimiento y destrezas que técnicos y directivos tengan de la iE. La formación lo es todo.

¿A qué se puede aplicar?

Prácticamente no existe sector o áreas de actividad económica y empresarial que no pueda beneficiarse de la iE. Banca, industria, turismo, seguros, sanidad, alimentación, cine, televisión, agricultura, farmacia, o educación son solo algunos ejemplos. Los conocimientos, procedimientos y herramientas de la iE son aplicables a organizaciones estatales y empresas de cualquier tamaño en cualquier sector.

¿En qué ámbito es útil?

Son muy variados. Su utilidad no se restringe a la Dirección, sino también a Departamentos de Investigación, Innovación y Desarrollo, Marketing y Comunicación, Recursos Humanos, Jurídicos, gabinetes de Estrategia, forensic, centros de Estudios y Documentación, áreas, secciones o departamentos de Prospectiva, Seguridad y Ciberseguridad,  y todos aquellos ámbitos en los que sea precisa la gestión, análisis e interpretación de la información para la toma de decisiones.

¿A quién interesa la iE?

Los conocimientos de iE son fundamentales para los responsables de gestión del conocimiento y recursos humanos. También lo son para los de planificación estratégica de empresas u organismos oficiales, diplomáticos, investigadores de mercado, marketing, información científica y técnica, sistemas de información y comunicación, personal de apoyo a la planificación, documentalistas corporativos, directivos de empresa de muy diversa índole.

¿Qué produce la iE?

Esencialmente, un profesional (o una unidad de iE) produce conocimiento. Este puede adoptar diversas formas y productos como los siguientes:

  • Monográficos de inteligencia sobre países o regiones: Documentos donde se analiza un país o región.
  • Cartografías: Productos predominantemente visuales que facilitan la comprensión cualitativo-cuantitativa de un requerimiento.
  • Análisis de inteligencia sociocultural (SOCINT): Informe de inteligencia sociocultural para cualquier tipo de organización con relaciones, ya sean negocios o proyectos, en un lugar determinado.
  • Análisis comparado de sectores y/o competidores: Estudios sobre una situación, sector o producto determinado en varios países.
  • Análisis de sector/producto: Análisis de la situación de un sector económico o un producto determinado de manera amplia o para una cuestión específica.
  • Análisis de riesgos: Seguridad legal, cambios en el mercado, cambios políticos, corrupción, crimen organizado, terrorismo, etc.
  • Vigilancia estratégica: Reportes periódicos sobre un requerimiento en cuestión. Pueden abarcar cambios políticos, económicos, licitaciones, modificaciones legales, cambios en la competencia, etc.
  • Monitorización reputacional: Análisis y monitorización de reputación en redes sociales, comunicación e influencia. Puede incluir contramedidas reputacionales.
  • Análisis de perfiles: Realización de perfiles de actores relevantes de cara a una negociación, reunión, contacto y similares.
  • Análisis de inteligencia de riesgos en RRHH: Análisis y prevención de insiders y fugas de información.
  • Análisis y gestión de crisis.
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Ante el panorama actual que afecta a nuestro país, desde la Escuela de Inteligencia Económica de la Universidad Autónoma de Madrid, han querido contribuir con un conjunto de escritos multidisciplinares que le permitan una reflexión basada en diagnósticos de situación y prospectiva informada.

Estos artículos, cuyos autores provienen tanto del ámbito académico como del empresarial, se irán publicando en Moneda Única con el fin de obtener la herramienta inestimable para orientar la llamada “toma de decisiones bajo incertidumbre”.

Manuel de Juan Espinosa, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid y director de la Escuela de Inteligencia Económica y RRII de la UAM, escribe una interesante reflexión a modo de presentación del dossier “UNA VISIÓN MULTIDISCIPLINAR DE LA CRISIS ECONÓMICA Y SOCIAL DEL COVID-19”.

“Si quieres oír la risa de los dioses, ¡Cuéntales tus planes!”

Algo así nos hemos sentido cuando, el 14 de marzo pasado, se decretó el estado de alarma en España. Todos nos vimos abocados al confinamiento. Aparcamos vidas, trabajos, negocios…, en definitiva; cotidianeidad.

A partir de aquí, la incertidumbre; la nodriza que acuna el miedo. Incertidumbre, nada más ni menos que sobre la salud e incluso la vida, tanto la nuestra como la de nuestros seres queridos; incertidumbre sobre nuestros empleos, negocios, incertidumbre sobre la macro y la microeconomía, sobre las inversiones, incertidumbre sobre el qué vamos a hacer luego, incertidumbre… Todos entramos en terreno desconocido.

No es cierto que seamos impredecibles. Lo somos y mucho; sobre todo ante la sensación de peligro que cabalga a lomos de la incertidumbre y lo desconocido. En nuestro cerebro se activa quizás el sistema más antiguo de nuestra especie; el de supervivencia, y reacciona con dos conductas previsibles: la huida y el ataque.

La primera reacción es huir. Huir porque la desazón que provoca la incertidumbre es un sentimiento desagradable y, como especie, huimos de lo que nos desagrada. Pero, huir… ¿Hacia dónde? Pues hacia todo lo que nos ofrezca una brizna de refugio, de certeza, de seguridad. Y estamos dispuestos a casi todo con tal de que cese esa incómoda desazón que acompaña la incertidumbre.

Nos sentimos vulnerables y estamos dispuestos a pagar cualquier precio por no estarlo. Nuestro cerebro ama la certeza. La buscamos, aunque no nos demos cuenta de ello. Y cuando creemos que la hemos encontrado, nuestro cerebro nos premia con dopamina y nos hace sentir bien. Nos sentimos bien por partida doble. Primero, porque cesa, aunque sea por unos momentos, esa desagradable desazón, compañera de nuestra incertidumbre, y sentimos alivio. Segundo, nos sentimos bien porque podemos aferrarnos a la esperanza que nos ofrecen el atisbo de certidumbre, aunque esta sea ilusoria, irracional. Y esto lo saben los expertos en propaganda política.

Pero ¿qué ocurre cuando la realidad nos acorrala?, ¿qué ocurre cuando no vemos refugio o salida? Nuestro sistema de supervivencia también se activa. Buscamos a quien o quienes consideramos culpables de nuestra incertidumbre, de nuestra desazón. Nuestro cerebro fabrica noradrenalina para facilitar dicha búsqueda. Unas veces encontramos al culpable en nosotros mismos, en nuestra su falta de previsión; otras lo encontramos en los otros; en los que nos trajeron la enfermedad, en la OMS que no nos avisó con tiempo, en el gobierno por no reaccionar pronto, en la oposición por su política pasada o por su falta de colaboración, en las multinacionales, en China, EEUU…, en quien sea con tal de encontrar un culpable de nuestra situación. Pero no nos basta encontrar al culpable, queremos que pague para poder descargar la ira e indignación que sentimos. Queremos venganza aquí, ya, y ahora (i).

Así, descargamos nuestra indignación cargándonos de argumentos contra nuestro presunto culpable (ii), y descargamos nuestra ira insultándolo y gritando al viento su nombre…, aunque no esté delante…, sobre todo si estamos acompañados cuando lo hacemos. Al hacerlo, nuestro cerebro premia nuestra descarga emocional con dopamina, inundándonos de satisfacción, aunque sea momentáneamente. Y es que la ira, la indignación, nos activan, nos hacen sentirnos fuertes, poderosos, nos hacen sentirnos bien. En definitiva, la ira y la indignación ¡refuerzan! Y esto también lo saben los expertos en propaganda política.

Todo esto nos hace añorar lo seguro de la cotidianeidad, lo conocido, lo nuestro, y deseamos conseguirlo, aunque sea a capa y espada. Con todo lo dicho, ¿le resulta tan extraño prever el auge de los nacionalismos, los discursos y promesas fáciles de bienestar, la adhesión a líderes “fuertes” que reivindican “lo nuestro” y prometen regresarnos o llevarnos a un mundo mejor?… En definitiva, ¿es de prever el auge de populismos como una respuesta de “huida”? Sí, por supuesto. Y si la incertidumbre, la crisis, y la incomodidad se instauran limitando nuestras esperanzas, acorralándonos, ¿son de prever el auge de los conflictos sociales como respuesta de “ataque”?. Pues sí, claro que sí. Es el sistema de supervivencia, el sistema de Huida y Ataque, el que toma el mando. Solo falta que una propaganda, hábilmente orquestada, prenda la mecha.

Ante este panorama, ¿qué hacer para enfrentarnos a los peligros que acompañan a la incertidumbre y que hacen que se active nuestro sistema cerebral de supervivencia?, ¿qué pasos dar para evitar ese clima a todas luces negativo para el avance económico y social?. A lo largo de la historia, la respuesta más eficaz para reducir dicha incertidumbre es la que ofrece la información a través de tres facetas concatenadas; a) la recopilación y transformación de la información en conocimiento, y el conocimiento en inteligencia para la acción, b) el diseño de escenarios probables sustentados por la transformación dicha información, y c) la toma de decisiones informadas y firmes que tracen caminos claros que permitan alcanzar objetivos. En definitiva, el mejor antídoto contra la incertidumbre es la información y nunca en la historia hemos estado en mejor disposición para aplicarlo.

Pues bien, lo que hemos aprendido a lo largo del tiempo es que la mejor estrategia para lograr lo dicho anteriormente es la que surge de un análisis serio, riguroso, y contrastado de la información. Es decir, la que surge de la aplicación del llamado Ciclo de Inteligencia. Este tipo análisis se produce en cuatro fases o procesos dinámicos que se retroalimentan entre sí en forma de ciclo: 1) Una dirección sólida, que implica un análisis de necesidades y una elaboración de un plan director, con establecimiento de metas, objetivos claros, mensurables, y priorización de los mismos, 2) Recopilación de información obtenida de distintas fuentes y/o medios, tanto externa como interna, 3) Elaboración de dicha información, lo que supone dar varios pasos; valorarla (en cuanto a su pertinencia, oportunidad, fiabilidad, y exactitud); analizarla, en función de las necesidades a cubrir y objetivos a cumplir; integrarla en un modelo de acción que permita cumplir los objetivos, e interpretarla con la finalidad diseñar escenarios probables que permitan extraer conclusiones para la toma de decisiones, y finalmente 4) Difusión de dicha información transformada en inteligencia, para que se puedan tomar decisiones informadas sobre qué escenarios contemplar y cuales seleccionar para proceder a llevar a cabo las acciones que permitan lograr las metas y objetivos propuestos. Por supuesto, esto supone comunicar los resultados atendiendo a diversos criterios como los de oportunidad, pertinencia, conveniencia, etc.

Si piensa que lo dicho hasta ahora es justo lo que se hace en el campo de la ciencia para producir conocimiento; está en lo cierto. Bienvenidos/as a la ciencia; bienvenidos/as al análisis de inteligencia.

En tiempos de incertidumbres arraigadas, de temor por lo que nos depare el porvenir, la respuesta no es la espada de las medidas fáciles, contundentes y altisonantes, esgrimida por líderes de voz endurecida, y situados en los extraños de la curva de distribución política (iii).

Muy al contrario, la respuesta está en el bisturí de la inteligencia esgrimido por cirujanos diestros en el manejo de la información, capaces de aunar las voluntades de un equipo, en pos del objetivo claro y firme de ayudar al paciente, poniéndolo en el camino de ser dueños de su propia restauración.

Créame, en tiempos de crisis hace falta inteligencia, ¡mucha inteligencia!

  • (i) W. Shakespeare decía que “la venganza demorada es una invitación a la locura”.
  • (ii) Desdeñando airadamente, además, aquellos razonamientos que pudieran ir a su favor.
  • (iii) La Historia está plagada de ejemplos de que, cuando esto sucede, el sufrimiento de los pueblos se multiplica y las muertes exceden con mucho a las habidas por cualquier pandemia, por grave que esta haya sido.
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