El fin del mundo o del día que El País se alejó de la única y verdadera ortodoxia del cambio climático antropogénico - Moneda Única
Opinión

El fin del mundo o del día que El País se alejó de la única y verdadera ortodoxia del cambio climático antropogénico

Opinión-Ageron

Jesús Centenera
Ageron Internacional.


Por un momento, angustioso, creo que el fin se acerca. “The End is at hand”. Y no es porque hayan cantado los tres gallos rojos del Ragnarök y haya sonado Gjallarhorn. Ni porque el tercer ángel haya tocado la trompeta, ni haya caído una estrella grande desde el cielo, que demuestran que se cumplen los signos del Apocalipsis. No. Creo que el fin del mundo está cerca por que El País, El periódico Global, se ha hecho negacionista del cambio climático antropogénico, la única y absoluta verdad que nadie se puede atrever a contestar.
A ver, me explico. Es un frío, pero hermoso día de invierno. Estoy sentado en el Ave a Valencia para dar una clase el fin de semana, como tantos (cosas de ser titiritero), y se me ocurre ojear (u hojear, que tanto monta) la prensa en papel (Maño, ¡Que sigue existiendo!).

Empieza bien. Un artículo de Ramón Lobo en la página 8 que parece sacado de un mitin de fuerzas progresistas (no le conozco, pero debe de ser muy, pero que muy mayor, porque empieza el primer párrafo acusando de la crisis a este capitalismo “libre de marras desde la contrarrevolución conservadora de Thacher y Reagan”, ¿Recuerdan?, pero no cita ni a Trump ni a Bolsonaro) y que acaba (¡Qué digo acaba, “Culmina”!) con: “Dos movimientos han cobrado fuerza global, el de las mujeres que luchan contra una sociedad patriarcal (…). Y otro que nace motivado por una emergencia climática en la que las empresas contaminantes tienen una gran responsabilidad” (¡Jo!, menos mal. La culpa es de otros. Pero, nos vale, ¿No?, denunciando la “emergencia”).

Mejora aún más. En la página 11, bajo Opinión, una página completa de Jose Ramón Sánchez Ron (¿De los “Ron” de toda la vida?, miembro de la R.A.E., catedrático emérito de historia de la ciencia y premio nacional de ensayo 2015) titulado: “Cambio climático y responsabilidades”. Tras explicar qué es la ciencia, pone el ejemplo de los glaciares y plantea el dantesco futuro (“…así como la invasión de mares y océanos a multitud de costas de todo el mundo. Y si la temperatura media de la atmósfera planetaria continúa aumentando, el número de muertes relacionadas con el calor -desde ataques al corazón, hasta golpes de calor- lo harán siguiendo ritmos terribles. Ya existen previsiones”. Ominoso). Pero no se atreve a nombrar (al anticristo) por su nombre (“¿Cómo juzgar a los responsables? En la mayor parte de los casos, es complicado asignar responsabilidades a personas concretas (…). Pero hay un caso especial, muy importante por su destacada aportación a las causas del cambio climático, en el que el rechazo a actuar, siquiera a analizar el problema con otros, es patente y bien conocido. Los dramas personales y sociales se producirán cuando este presidente ya no viva (…) Es cierto que un tribunal como el de La Haya (-antes ha citado los de Núremberg) no puede actuar contra negacionistas como esta persona (…), pero sí que debería convertirse en apestado de la política internacional)”. Ahí lo deja.

A ver, Cente, que te pierdes. Pero ¿No ves que es todo perfectamente coherente? ¿No muestran ortodoxia el emérito y el periódico por los cuatro costados? ¡Ah! Eso pensaba, hasta que llegué a la contraportada, en donde, junto a la columna de Juan José Millas (“Se me apareció el diablo y me preguntó que deseaba ser, un tonto de izquierdas o un listo de derechas…” ¡Qué susto, tú!, y cómo si el ínclito tuviera muchas dudas, presentándolo de manera tan maniquea), veo un titular de claros tonos negacionistas (Es más, me atrevo a decir que “indecentemente provocador”): “Una sequía de 60 años venció a los asirios. Un estudio achaca la caída en el siglo VI antes de Cristo del gran imperio de Oriente Medio a la escasez de lluvias y las malas cosechas”. Como van de científicos, tienen la falta de pudor de citar una tablilla de arcilla de 2.700 años y sigue: “La megasequía afectó al núcleo del imperio neoasirio (…), dice el investigador de la Universidad Estatal de California (EEUU) (-gracias por la aclaración) Ashish Sinha. Las sequías actuales en esta región, como las de 1999-2001 o 2007-2010, ofrecen una visión de lo que pudo ser la neoasiria de mediados del siglo VII antes de Cristo.” ¿Pero, las de ahora no las causaba el cambio climático antropogénico? ¿Y las de antes?

Peor aún (por qué “errar es humano, pero sólo de necios perseverar en el error”), el articulista, Don Miguel Ángel Criado, aporta la opinión de refuerzo de otro supuesto científico: “el paleoclimatólogo de la Universidad de Colorado en Boulder (EE.UU.) (-ya te digo, maco) Adam Schneider, especialista en encontrar conexiones entre el clima y el ascenso y caída de las civilizaciones antiguas”. Y, no contento con esto, añade otros dos ejemplos: “También fue un cambio en el ciclo del Monzón, lo que pudo empujar a los habitantes de Harappa (en el actual Punjab), (-que todo el mundo sabe dónde está, no como California o Colorado. O a lo mejor es por Cachemira, vaya usted a saber) y otras ciudades de la cultura del valle del Indo a abandonarlas y refugiarse en las laderas de las montañas. Y cada vez hay más evidencias de que la sequía tuvo mucho que ver en el colapso de la civilización maya.”

¿No lo ves? Podría también hablado de cuando se heló el Rin en el siglo III y los bárbaros lo cruzaron asestando una puñalada al Imperio, pero ¡No!, sólo utiliza ejemplos de aumento de temperatura (Megasequías, monzones, subida de aguas, abandono de ciudades…) y sin intervención humana ¿Sería divina? (¡Quita! ¡Dios no existe, camarada) ¿No alcanzas a ver la perfidia y la insidia?

¡Uy! Va a ser verdad eso que dicen los ingleses de que: “You can’t judge a book by the cover”, ni un artículo sin leerlo hasta el final (esto no lo dicen los ingleses, que yo sepa, pero es de sentido común). Resulta que en el último (y salvífico) párrafo, vuelve a citar a otro prestigioso científico, Jonathan Overpeck, éste sí, de la prestigiosa Universidad del prestigioso estado de Míchigan, quien tras decir que eso pasaba en la Antigüedad, también se está produciendo ahora: “(…) se están volviendo poco a poco más áridas debido al cambio climático antropogénico y serán aún más áridas si seguimos emitiendo gases de efecto invernadero a la atmósfera, añade este premio nobel”. ¡”Hetemeaquí”! ¡Por fin la pérfida antropogénesis!

Así que déjate de “Woe, woe woe, to the inhabitants of the Earth”, relájate y suelta tu trompeta. Moriremos por el cambio climático, pero no por la deserción de El País del campo de los justos.

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