Ciegos, sordos, mudos - Moneda Única

José María Triper
Corresponsal económico de elEconomista.


Ciego, sordo y mudo. Como los tres “monos místicos” de la mitología japonesa, así permanece Mariano Rajoy ante el clamor generalizado en el Parlamento, en las empresas, en la calle y hasta en su propio partido para que acometa ya una rebaja del IRPF, que no sólo debe sino que ahora también puede, como estímulo esencial al crecimiento y conseguir superar esas dramáticas y desesperanzadoras previsiones del revisado Plan de Estabilidad.

Unos monos místicos cuyo significado entre el pueblo nipón es rendirse al sistema y que implica un código de conducta que recomienda la prudencia de no ver ni oír la injusticia, ni expresar la propia insatisfacción. Sentido éste que perdura en la actualidad y que el Presidente y su ministro de Hacienda encarnan hoy y aquí cada día, rendidos al modelo de castigar a los contribuyentes para aumentar ingresos, evitando recortar el gasto de las Administraciones por adelgazamiento del Estado.

Y un código de conducta que les impide atender la propuesta de reforma fiscal que hizo el jefe de la oposición, pero que llevan reclamando desde hace muchos meses los propios técnicos de Hacienda. Como tampoco escuchan a los versos sueltos del partido, encarnados en las figuras de Aguirre y de Monago; o a los empresarios, que son quienes tienen que crear empleo y que, por boca de su presidente, Juan Rosell, han dicho ya que “nos hemos pasado de la raya” en los impuestos, porque cuando asfixian la economía producen efectos perniciosos.

El mismo código que les impide, también, ver que los españoles sufrimos el quinto IRPF más alto del mundo, tenemos los tipos más elevados de Europa en Sociedades y mayores cotizaciones sociales que penalizan el empleo. Que los ingresos tributarios crecen muy por debajo de las previsiones por el hundimiento de las bases imponibles y que la rebaja en el pago de intereses por la deuda supera ya los ingresos previstos por la subida de la fiscalidad sobre la Renta que ahora ya podría rebajarse sin perjuicio. Y si la prioridad de su gobierno, como dicen, no es otra que la recuperación del empleo, tal vez el dúo Rajoy -Montoro debería reparar en que dentro de la conmoción general por los últimos resultados de la EPA, y semioculto por la tragedia que suponen más de seis millones de desempleados y dos millones de familias con todos sus miembros en el paro, hay un dato que ahonda, aún, mucho más en la dramática situación del mercado de trabajo en una sociedad que está llegando ya al límite de agotamiento y sin esperanza.

Se trata del aumento espectacular de empresarios que han pasado a engrosar la interminable lista de los “sin empleo”. Nada más, y nada menos, que 33.600 empleadores han perdido esa condición durante el primer trimestre de este año, por cierre del negocio o abandono de su actividad. Una cifra que las informaciones oficiales enmascaran bajo el epígrafe de los trabajadores por cuenta propia y que, sin desagregar muestra una pérdida intertrimestral de 9.000 autónomos.

Una caída en el autoempleo que resulta de un aumento de 22.100 trabajadores por cuenta propia sin asalariados frente a la citada caída de 33.600 empleadores o empresarios. De emprendedores asfixiados por la ausencia de financiación, por la voracidad fiscal del Gobierno y por el hundimiento del consumo, que no sólo han tenido que dejar su actividad y a sus empleados, sino que ya no tendrán oportunidad de generar nuevos puestos de trabajo. Y esa es la otra cara de la tragedia, porque sin empleadores no hay empleo ni hay capacidad de crecimiento económico y de generación de inversión y de riqueza, máxime en un país donde el 98 por ciento del tejido empresarial son pymes, autónomos y microempresas.

Esta es la lamentable situación en que nos encontramos, y que con dieciséis meses de Gobierno de Rajoy, ya no es sólo consecuencia de la herencia recibida, sino de la falta de coraje, para apostar por políticas de estímulo a la economía que, sin abandonar el esfuerzo por la consolidación fiscal pero relajando plazos y objetivos, nos permitan respirar y volver a la senda del crecimiento. Porque para reducir el déficit, lo fácil es subir impuestos, pero lo eficaz y que realmente sirve para superar la crisis es dinamizar la economía, generando así mayores crecimientos en la recaudación impositiva con tipos más bajos y, al mismo tiempo menos gastos por prestaciones. Pero ellos, no. Como los “monos místicos”, siguen a lo suyo, ciegos, sordos y mudos.

José María Triper
Corresponsal económico de elEconomista.

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