Jesús Centenera.
Ageron Internacional.
De lo particular y lo universal
Un motín siempre es algo desagradable, algo sucio y deshonroso, más propio de la canalla que de un leal soldado de su Católica Sacra Real Majestad, nuestro buen Rey, a quien Dios guarde muchos años, Don Felipe II. ¿En serio, amotinarse? Maldición, sé que no deberíamos, pero esta situación nos va a llevar a una muerte lenta y sin sentido. Los hombres van cayendo poco a poco, víctimas de la disentería, de las picaduras de los mosquitos y de las serpientes, de las flechas envenenadas de los indios, que acechan siempre en la maleza, en los bordes de este río infecto que no lleva a ninguna parte. Nos engañaron para seguir por el río Marañon y por el Amazonas, prometiendo una ciudad cuyas calles estaban empedradas con oro, y aquí sólo hay vegetación sin fin, olor a orín, camisas empapadas por el sudor, hombres muriendo de hambre y enfermedad. Malditos sean mil veces. Sobre todo ese noble melifluo y sin temple, ese Don Pedro de Úrsua, con su amante doña Inés, con la que yace fuera de los mandamientos de nuestra Santa Madre Iglesia y cuyas ofensas nos han llevado a este callejón sin salida. O con una salida. Una única y desagradable salida. Que se nombre a otro jefe de la expedición entre los capitanes, alguien como yo. Aunque para eso, primero hay que hacer justicia y apuñalar a ese malnacido, por el bien de los hombres, el bien de España y del Rey nuestro señor. Apuñalándolo cien veces si es preciso.
Ese ambiente de locura de los hombres llevados al extremo en ese infierno tropical de la Amazonía ha sido muy tentadora para el cine. Muchos años después de la turbadora película de Werner Herzog, “Aguirre o la cólera de Dios” con un Klaus Kinski realmente enloquecido fusionándose en su papel con el propio Aguirre, se filmó la española “El dorado”, por Carlos Saura, con una excelente puesta en escena. En ésta, cuando el capitán Lope de Aguirre se decide finalmente a llevar a cabo el motín, empieza preguntando a uno de sus hombres de confianza, que no le responde ni sí, ni no, sino un seco: “De Olite somos”. Así, sin más. Una indicación del origen común que no necesita de otras explicaciones, según el director. Para darnos cuenta de hasta dónde llega el localismo de la supuesta frase, debemos recordar que Don Pedro es de Baztán, también en Navarra, a tan sólo 99 km. de Olite.
En un mundo cada vez más globalizado puede parecer que ya se han perdido sentimientos como esos, del contraste entre el “nosotros” y el “ellos” pero perviven mucho más de lo que podamos imaginar. Unas veces son de “sim-patía”, en el sentido etimológico de la palabra; otros son de afinidad, real o imaginada; finalmente, otros son excluyentes, pasando de un sentimiento maravilloso de pertenencia común, a otro de rechazo al que no es de la “tribu”, sea de lengua, religión, raza, país, comunidad o grupo étnico. Por eso es tan importante en estudios de mercado internacionales saber desentrañar esas claves culturales, sociales y personales tan específicas, porque siguen vivas de una manera o de otra, cubriendo desde la afinidad personal e íntima, hasta rasgos colectivos de distintas maneras de ver el mundo, la economía y los negocios. El mundo se ha hecho más pequeño, pero llevábamos milenios separados tras habernos extendido por el planeta.
Entre los muchos libros monográficos que he ido adquiriendo durante años sobre este tema de la diversidad cultural y su impacto en las diferentes perspectivas y en la manera de hacer negocios, me gustaría destacar el excelente trabajo recopilatorio del gran maestro Olegario Llamazares, “Como negociar con éxito en 50 países”, (que, por cierto, debe andar ahora ya por los 70 países, ya que sigue sacando ediciones aumentadas del mismo). Es una delicia revisar los detalles que aporta, por lo que tienen de ajustados a la realidad, al menos en los países que conozco con algo de profundidad, como Argentina, Estados Unidos, Filipinas, Marruecos, México, Rusia y varios países Europeos. Es una mirada respetuosa y acertada sobre la diversidad, imprescindible para poder llevar a cabo estudios de mercado internacionales en un mundo que es más variado por debajo de lo que los signos externos y las multinacionales nos pueden hacer creer.
A finales de este verano, de camino hacia Puente de la Reina para asistir a un seminario sobre “Valores en Marketing y Generación de Valor” organizado por el doctor José María Cubillo de ESIC, en las casa de los Padres Reparadores, he tenido la suerte de pasar y de detenerme en Olite. Con su iglesia de San Pedro, la de Santa María la Real o su Castillo de los reyes de Navarra. Es una bella tierra en la que debe de ser un privilegio haber nacido. Con buena gente, antes como ahora, aunque siempre puede salir un hijo de su vientre que olvide la diferencia entre el amor a la patria chica y el localismo más cerril. Como el loco de Lope de Aguirre, quién, tras haber causado gran mortandad entre los indios y los cristianos, en las islas de la mar océana y en la tierra firme, y provocado la ruina a muchas haciendas, se acabo rebelando contra el propio Rey nuestro señor, al que decía servir. Finalmente, rodeado por los marañones en la localidad de Barquisimeto, mato apuñalando a su propia hija doña Elvira, unos dicen que para que no se tuviera luego que acostarse con personas ruines, mientras que otros afirman que era para que muriera como hija del “rey de América”, en lugar de tener que vivir como la hija de un traidor. Murió de un tiro de arcabuz, decapitado luego, y siendo su cadáver descuartizado y arrojado a los perros, cerrando de manera innoble la vida miserable de un hombre que puso por delante la ambición y la traición, por encima de la resolución de conflictos con los que consideraba que no eran sus iguales.
Jesús Centenera
Agerón Internacional.