Felipe Carballo Ríos.
Doctor en Ciencias Económicas.
Cuando los últimos datos del Barómetro del CIS, colocaban como primeras preocupaciones de los españoles el desempleo y la situación económica, no estaban nada más que ratificando la virulencia de una crisis financiera que azota un mercado laboral masivamente degradado, integrado en unas estructuras productivas escasamente competitivas.
Y esa realidad, no era más que el resultado de dos décadas de asentamiento de un modelo de crecimiento basado en una enloquecida demanda interna gracias a un fácil y barato endeudamiento, como consecuencia de un mundo económico que acogía con júbilo una descontrolada “Globalización” de los mercados financieros y comerciales.
Globalización que en su primitiva e idílica filosofía ultra liberal, debía beneficiar a todos los países: industrializados, emergentes, en vías de desarrollo y empobrecidos, pero que en su desarrollo terminaría en un juego cercano a un Monopoly virtual.
Sin embargo, la realidad ha demostrado, como en un juego de suma cero, que al final hay países perdedores y ganadores. Entre estos últimos, han estado los alucinantes crecimientos de los países emergentes, especialmente de China e India y entre los perdedores, la mayoría de los países de la OCDE, en especial la Unión Europea y los Estados Unidos, cuyas secuelas están generando un fuerte incremento de la desindustrialización, del desempleo y por ende de la pobreza, tragedias que están acabando con décadas de un equilibrado crecimiento económico y estabilidad financiera.
Para compensar esta situación, una gran parte de los países perdedores se han visto obligados a mantener unos niveles de endeudamientos cercanos o superiores a su PIB. Este endeudamiento conlleva obligaciones cada vez más duras y complicadas de cumplir por dos razones, i) la dureza de las mismas y ii) el hecho de que estos países tienen estructuras económicas extremadamente debilitadas y se demuestran incapaces de afrontar la dureza de los mercados, conduciéndoles a quiebras técnicas o falsas suspensiones de pagos encubiertas, sólo paliadas por los transitorios stand –by paliativos del FMI y del BCE o la FED.
Como contrapartida, la exigencia de un conjunto de ajustes presupuestarios con medidas de recortes del gasto e inversión, está generando más desempleo, provocando graves tensiones sociales, desconocidas en Europa desde hace más de medio siglo. Estas tensiones van ha obligar a los principales partidos, presionados por millones de “indignados o asimilados” que se consideran escasamente representados y malamente gestionados, a reformular en sus programas electorales, una serie de medidas correctoras al “libre albedrio” existente en el actual modelo de Globalización, medidas “políticamente incorrectas“ pero que en el momento actual aparecen imprescindibles y urgentes.
En este escenario, los planteamientos que ahora vuelven a aparecer no son nuevos, así cuando preocupado por la deriva que tomaba el espectacular déficit por cuenta corriente español (el mayor en ese momento, en términos relativos de todos los países de la OCDE), publiqué en Junio de 2007, un articulo denominado “El nuevo proteccionismo”, que hacía hincapié en las nuevas políticas económicas que estaba emprendiendo Sarkozy, y que parecían dar alas a las cada vez mas intensas tentaciones proteccionistas de una nueva derecha europea, menos liberal y más localista en su defensa del empleo, no podía suponer, que cuatro años después, un deshilachado partido socialista francés, tomaría como bandera de su programa electoral el denostado neo-proteccionismo, en flagrante contradicción con los casi quince años de aplicación de políticas liberales por parte de gobiernos socialistas, con o sin cohabitación.
El debate estaba servido cuando en Le Monde el pasado 8 de Abril, un articulo de Alain Franchon con el titulo de “Libre échange: le PS mène la bataille en Europe” sacaba a la luz el debate entre libre cambio y neo proteccionismo. Discusión que previsiblemente se mantendrá en las propuestas electorales del partido socialista francés del año próximo y que además profundiza en la crisis del empleo y subempleo que azota a la Europa de los 25.
Aunque Moisés Naim no relacione directamente el aumento del desempleo en Europa y EEUU con el crecimiento de las economías emergentes y por ende, del empleo en China e India (los otros BRIC no cuentan en la práctica); es evidente que éstos países, a través de un constante dumping de calidades y tipos de cambio, están inundando sin miramiento nuestros abiertos e ineficaces mercados, provocando el cierre de miles de estructuras productivas y expulsando hacia el desempleo a millones de nuestros ciudadanos. La realidad es tozuda, mientras China e India crean anualmente más de 30 millones de puestos de trabajo nuevos y creciendo, los países industrializados, en desarrollo o emergentes de segunda categoría, pierden 20 millones anualmente, (de los cuales, mas de 6 millones declarados anualmente en la UE) y creciendo año tras año.
El tsunami de la crisis que recorre Europa, reduciendo el empleo en cantidad, calidad y nivel salarial se refleja como indica un medio de comunicación, en el nombre que los griegos han puesto a las medidas de ajustes laborales y sociales que les ha impuesto el BCE y el FMI en su acuerdo de reestructuración de la deuda, “kinezopeisi” o “chinazinacion” del trabajador, para reducir sus costes laborales y aumentar su competitividad, que de cumplirse tal cual, pondría fin a corto plazo a las escasas conquistas sociales alcanzadas en ese umbral del Estado del Bienestar del que disfrutan.
Creo que el debate “Empleo y Desglobalización” como he dicho antes está servido y debería urgentemente formar parte de una campaña electoral condicionada por una crisis, que cual espada de Damocles está ya cayendo sobre nuestras, (sensatas, lo dudo), cabezas.
Felipe Carballo Ríos
Doctor en Ciencias Económicas y miembro del Consejo Editorial de Moneda Única.