Jesús Centenera.
Ageron Internacional.
De la necesidad de una muestra suficiente del universo
¡Qué fascinación producen los grandes exploradores como el Doctor Livingstone, el capitán Cook, Cristóbal Colón o Marco Polo! Pero la verdadera epopeya no es la de ninguno de ellos, sino la de la humanidad en su conjunto, cubriendo a pie todo el planeta. Nuestros antepasados anduvieron decenas de miles de kilómetros en pos de la caza, pero, también, movidos por ese rasgo tan humano de la curiosidad infinita. Partiendo del corazón de África hasta la desembocadura de los grandes ríos siberianos; hasta Nueva Zelanda y Hawái, en esas largas y frágiles canoas polinésicas; o hasta la Tierra del Fuego, serpenteando por las escamas dorsales del dragón dormido que conforman las cordilleras americanas de las Rocosas, las Sierras Madre y los Andes.
Cada vez hay más consenso entre los científicos sobre que hubo varias oleadas, pero que venimos todos de un mismo tronco común de homo sapiens sapiens, (¿todos? parafraseando a Orwell, “todos los sapiens son iguales, pero algunos sapiens son más iguales que otros”), originado hace unos 200.000 años (bueno, unos cuantos miles de años arriba o abajo no van a ningún lado, ¿o no decía el tango que “veinte años no es nada”?), que salió de África. Pero, ¿Cómo están tan seguros de las fechas? ¿Y cómo se puede montar una secuencia lógica de la evolución desde los primeros homínidos hasta los actuales seres humanos? Estoy convencido de que, al igual que de la unión de un espermatozoide y un óvulo surge un ser humano único que puede llegar a ser un adulto de 60-100 kilos (en canal) y 1,50/1,80 de altura, así también puede haber evolucionado la humanidad durante millones de años.
Pero me surge un problema de fondo que no es baladí, a saber, el tamaño de la “muestra” que estamos utilizando, y que se define técnicamente en estudios de mercados como “una parte de un conjunto, obtenida por distintos medios, y cuyos resultados se pueden extrapolar de manera cuantitativa al resto del universo”. La clave está en investigar sólo una parte, para ahorrar recursos, pero sin falsear el resultado, algo que creo que en la mayoría de los casos no sucede. Como ejemplo, los estudios demoscópicos electorales, en los que con 600 ó 1.200 encuestas telefónicas sobre unos 40 millones, “afirman” cuanta gente votará a quién en las elecciones, con un margen de error del más/menos 3,5% (o sea, la diferencia entre ganar o no) y donde casi un tercio no indica su intención, con lo cual tienen que “cocinar los datos”, como se dice en la jerga técnica.
Igualmente, con unos pocos centenares de fósiles parciales, para un período de millones de años, hemos desarrollado teorías paleontológicas que explican todo de manera “coherente y satisfactoria”. Claro que si hemos sido capaces de cruzar el planeta andando y de adaptarnos desde el polo a los desiertos, ¿no vamos a ser capaces de explicar el cómo, aunque la muestra sea irrisoria?