Juan Sebastián El Cano contra el griego Eratóstenes - Moneda Única
Opinión

Juan Sebastián El Cano contra el griego Eratóstenes

Opinión-Ageron

Jesús Centenera.
Ageron Internacional.


De la utilidad del trabajo de gabinete

Mucha gente piensa que hasta que llegó Galileo todo el mundo creía que la tierra era plana y estática, por culpa de un griego llamado Ptolomeo, que había hecho un mapa “plano” (cuando en realidad era ya una proyección de una esfera en un plano, con latitudes y longitudes) y de la interpretación literal de la Biblia. Además, también creen que gracias a Colón se demostró que la tierra era redonda, cuando lo único que hizo el almirante de la Mar Océana fue demostrar que había tierra al oeste del océano Atlántico, más allá de las columnas de Hércules y de las islas Canarias y Azores. Es más, no es sólo que no demostrase que era redonda, sino que Colón creía que las riquezas de Cipango y Cathay estaban mucho más cerca, lo cual le llevó a errores de cálculo que le hubieran costado la vida de no haber tenido la suerte de “encontrarse” con el continente americano en medio de su viaje hacia el Oeste, justo cuando sus hombres andaban ya casi amotinados, empezando a escasear los víveres, el agua y la paciencia de la tripulación.

En realidad, no sería hasta que Juan Sebastián El Cano circunnavegara, (es decir, diera la vuelta la tierra, para los de la Logse), en 1522, navegando siempre hacia el Oeste, por tres  océanos, cuando se demostró que la tierra no era plana, sino “esférica”, siendo premiado por nuestro buen emperador Carlos con su escudo con aquel “Primus circumdedisti me”. Claro que, una vez más, la falta de conocimiento y de preparación tuvo un alto coste. Fueron tres largos años de travesía y sufrimiento, con la pérdida de cuatro de las cinco naves y de todos menos 17 miembros de su tripulación por escorbuto, enfermedades, naufragios y por ataques de los distintos indígenas, agravados al ver morir al jefe de la expedición, D. Fernando de Magallanes, por el ataque del cacique de Mactán, Lapu Lapu en las islas Filipinas, (aunque ahora son más simpáticos, como he podido comprobar, y el sitio tiene unas excelentes playas).

Y  todo por ignorancia, en ambos casos, como en tantos otros de la actividad empresarial, como por ejemplo, para hacer un estudio de mercado en Rusia. ¿No deberían haber hecho un “estudio de mercado” previo, en lugar de liarse la manta a la cabeza y empezar navegar a tontas y a locas? Claro que, si no se conocía cómo era la tierra o cómo es el mercado ruso, ¿cómo podían haberlo previsto? ¿No son para eso los estudios de mercado? Es decir, ¿no va uno a hacer trabajo de campo, al Caribe, a las Filipinas o a Moscú, para preguntar y observar, para poder tener datos y tomar decisiones empresariales adecuadas? Después de haber visto en nuestros artículos precedentes de Moneda Única la necesidad de fijar bien los objetivos (lo que no había hecho Marco Polo) y la de planificar bien los recursos (al contrario que el capitán Scott), parece que ahora toca montarse en un avión para obtener información sobre Rusia, ¿o no? ¿Es que aquí no se investiga nunca? De veras, siento insistir, pero, ¿cómo podían haber sabido cómo era la tierra, o como es el mercado ruso, sin dedicarle toda esa cantidad de recursos, tanto de hombres, como de barcos y dinero, sin llevar a cabo todos esos viajes?

Bueno, pues aquí es donde entra uno de los grandes sabios de la antigüedad. Se llamaba Eratóstenes de Cirene y vivió en Atenas y Alejandría en el siglo III antes de Cristo, donde se cuenta que dirigió la famosa Biblioteca. Sentado en la terraza de la misma, llegó a la conclusión de que la tierra era esférica, como ya decía Aristóteles, pero fue más allá y calculó su circunferencia (en 46.190 kilómetros), con una pequeña diferencia de tan sólo  15% del total. Sin fotos de satélite, sin dar la vuelta al mundo, sin aparatos modernos y sin gastar una cantidad ingente de recursos. Tan sólo con la observación, las matemáticas, los datos de terceros y el sentido común. Calculando los ángulos del sol cenital en Alejandría y en Asuán (conocido por terceros), llegó a la conclusión, por extrapolación matemática, del total del del radio y de la circunferencia de la tierra. Un verdadero monstruo.

Creo que yo no hubiera sido capaz de hacer eso ni en un millón de años de existencia, sobre todo viviendo en Grecia o en Egipto, bajo el cielo azul del Mediterráneo, tomando vino, aceitunas e higos  en mi terraza. Es tan increíble, tan espectacular, que pasados casi treinta años desde que leí el descubrimiento de la circunferencia de la tierra, sigo pensando en Eratóstenes de Cirene. Especialmente cuando empezamos un estudio de mercado en un país tan amplio y complejo como Rusia, ya que, en lugar de embarcarme en Sanlúcar de Barrameda, me retiro a mi despacho para preparar lo que denominamos “trabajo de gabinete”. Es decir, a reunir información sin salir de la oficina, buscando un sin fin de fuentes sobre el tema a estudiar: trabajos previos (¿alguien tendrá un mapa decente de estas aguas turbulentas o de la estepa rusa?); anuarios varios; fuentes estadísticas como las que proveen las webs de aduanas y de Naciones Unidas (Comtrade), en donde puedo ver todas las exportaciones e importaciones de España y otros países a Rusia; el “informe país”, como los del ICEX o los de la CIA americana sobre la Federación; los directorios de empresas, de agentes y de distribuidores; los resultados financieros de empresas, gracias a E-informa o a Dun & Bradstreet; los catálogos de ferias profesionales precedentes que cuentan un montón de cosas útiles; las revistas profesionales sectoriales que se pueden encargar por mail, y un largo etcétera de fuentes, muchas de ellas gratuitas y de libre acceso. Y no hace falta saber ruso y leer en cirílico como tengo la suerte de hacer yo, ya que hay mucha información en inglés disponible sobre Rusia para todo el mundo. Desde el salón de casa.

No toda la información que obtengamos será válida, por supuesto. Para eso servirá el posterior trabajo de campo, pero… ¿no es evidente que es mucho mejor el partir hacia tierras lejanas teniendo una sólida base de lo que podemos encontrar? Además, esto nos va a ahorrar mucho tiempo y dinero, al poder orientar nuestro trabajo y reducir el tiempo de estancia en Moscú y San Petersburgo, que tienen, por cierto, unos precios astronómicos en hoteles y restaurantes. Por ello, hágame caso: sírvase otra copa de vino, póngase otro plato de aceitunas y contemple la belleza del Mediterráneo desde su terraza, como hacía el bueno de Eratóstenes mientras calculaba el radio de la tierra 1.700 años antes de la primera vuelta al mundo.  Ya habrá tiempo para enfundarse un grueso abrigo de lana y un cálido gorro de piel para ir a Rusia.

 

Jesús Centenera
Agerón Internacional.

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