Parece que el crecimiento del PIB va a estabilizarse después de cinco años de desaceleración. La economía crecería un +5% este año, tras el +4,8% en 2015. La demanda doméstica está aumentando, apoyada por un fuerte gasto fiscal y un mayor consumo privado. Las condiciones de crédito se han relajado gracias a que las tasas de interés han disminuido.
Además, las regulaciones para inversores extranjeros, el déficit por cuenta corriente que está controlado y la mejora de la demanda, deberían traducirse en una mejora gradual de los ingresos provenientes del exterior. Algunos de los riesgos a los que se enfrenta el país son: una nueva caída de los precios de las materias primas, la ralentización del crecimiento de la demanda externa y una condiciones de financiación más exigentes.