José María Triper.
Corresponsal económico de elEconomista.
Comentaba recientemente el ministro de Economía, Luis de Guindos, que las peores crisis económicas son las que tienen un origen político. Y en esta España de la política de pantomimas, las luces del semáforo de la recuperación empiezan a pasar del verde al rojo encendidas por la amenaza de sanción y pérdida de los fondos estructurales de la Unión Europea, la congelación de las pensiones, los salarios y la oferta de empleo público y la congelación de inversiones.
De hecho la entrada de capitales extranjeros ya han sufrido una espectacular caída del 29 por ciento en el primer semestre de este año, precisamente por la inestabilidad política, y tanto en la SEPI como en Invest in Spain (la agencia estatal para la atracción de inversiones exteriores) confirman que tienen parados importantes proyectos de inversión “con nombres y apellidos” a la espera de que se forme un gobierno y, lo que es más importante, de quiénes van a formar ese gobierno.
Eso desde la óptica de los inversores extranjeros porque a nivel interno desde la dirección de la patronal CEOE ya se ha advertido a los miembros de la Directiva sobre una “fuga masiva” de capitales con la consiguiente destrucción de puestos de trabajo, en caso de que el nuevo gobierno apueste por medidas que produzcan un freno notable o una reversión en el proceso de reformas estructurales y aplique una política presupuestaria que se aleje de los objetivos de estabilidad y de consolidación fiscal.
De hecho, y aunque la mejora de la renta disponible por la creación de empleo, el descenso de la inflación y los bajos tipos de interés, están permitiendo mantener los ritmos de crecimiento intertrimestral en niveles del 0,8 por ciento por el tirón del consumo, los indicadores de inversión apuntan ya síntomas de agotamiento y desaceleración en los bienes de equipo y en la construcción, tanto en el componente de obra civil como de vivienda, mientras que el stock de crédito bancario de las empresas acelera su ritmo de descenso.
Y eso de puertas para dentro, porque de puertas para fuera los vientos de cola que hasta ahora han venido empujando a la economía española comienzan a amainar, especialmente los bajos precios del petróleo, tras el principio de acuerdo de la OPEP para recortar la producción a partir de noviembre. A ello se añaden la debilidad del crecimiento del comercio mundial y los efectos del Brexit que ya han obligado a depreciar la Libra y revisar a la baja las previsiones de crecimiento del Reino Unido para este ejercicio y el que viene. Factores estos últimos que pueden afectar negativamente a nuestras exportaciones y el turismo que han sido el motor de que la aportación del sector exterior al PIB se mantenga en tasas positivas.
Y, por si no fuera suficiente con los riesgos económicos, también desde fuera de nuestras fronteras nos llegan nubarrones en forma de incertidumbre política. Las elecciones presidenciales norteamericanas de noviembre, con el riesgo de que triunfen las políticas proteccionistas y contrarias al TTIP (el tratado de libre comercio entre la UE y EE UU), y los comicios generales en Francia y Alemana, los dos pilares de la Europa unida, se ciernen como espada de Damocles, sobre la continuidad del crecimiento y la actividad empresarial. De momento son sólo nubes, pero amenazan tormenta y sería conveniente prepararse por si al final no escampa.