Jesús Centenera.
Ageron Internacional.
De la importancia de la religión para entender otras culturas
Cuando encargo a mis alumnos que hagan un listado de factores que deberían conocer de la cultura de un país, siempre sale, entre otros muchos, “la religión”. Pongo cara de sorpresa, y digo: “¡Bah, la religión no es importante!” Seguido por un silencio dramático. Lo cual, como es lógico, produce cierto estupor. Insisto un poco en mi provocación, diciendo que “eso es algo del ámbito personal y no veo su papel en un estudio de mercado”, hasta que consigo que, finalmente, algún discípulo avezado supere su extrañeza y confusión, para decir: “Pues en los países musulmanes no comen cerdo… o no beben vino… etc.” ¡Ah! ¡Cielos! (que apropiada expresión en este contexto, ¿no es cierto?). Y, además de eso tan obvio, “pequeño saltamontes”, ¿Qué sabes del Islam y de sus cinco pilares? ¿Qué nos dice del grado de apertura de un país? ¿Es igual la situación en Túnez, Turquía, Arabia Saudí, Irán o Indonesia? Por supuesto que no, claro ¿Sabes que el segundo país del mundo con más musulmanes es la India? ¿Se aplica la Sharía estricta en todos, en algunos casos, o no tengo ni idea de qué me habla este profesor? ¿En qué afecta ser un país de mayoría musulmana a los negocios?
Venga, vamos a asumir que sí, que por supuesto que sí que importa, pero, entonces, más allá del Islam ¿Qué sabemos del Hinduismo? ¿Es mejor ser Brahman con dinero, que intocable enfermo? Además, si es cierto que no tienen “mandamientos”, ¿Cómo diferenciar lo “bueno” de lo “malo”? ¿Cómo afecta a la cultura de los negocios el hecho de vivir “una infinidad de vidas”, o como decía Devdutt Pattanaik, “la misma vida infinidad de veces”? ¿Cómo anticipar las reacciones y comportamientos con una cosmología tan diferente? ¿Y qué sabemos del Budismo? Bueno, ¿De cuál de todas sus variedades? ¿Cuáles son las cuatro nobles verdades? (eso de que la vida es dolor, el dolor nace del deseo, sólo eliminando el deseo, etc., ¿no? y el… ¿“Maldito Karma”, que decía David Safier?) ¿Pero es una religión o un sistema filosófico? De nuevo, ¿Cómo influye en la manera de hacer negocios del Sudeste Asiático y de China?
¿He dicho China? ¿Allí son todos comunistas y no tienen religión? ¿O eran supersticiosos y había también algo del culto a los antepasados? ¿Qué decía el bueno de Confucio (que de verdad era bueno) sobre la armonía, el equilibrio y los valores morales, como base del orden social y político? ¡Ah!, ¡qué bien! Entonces los chinos son siempre honrados y actúan con un gran sentido de la ética, ¿Verdad? ¿Sirve para algo leer los cuatro libros, empezando por El gran saber ??? ¿El Tao Te Ching de Lao Tsé de verdad dice que hay que realizar la “acción a través de la inacción”? ¿O sea, para negociar no negociamos? ¿El Tao o “camino” es el origen de todo, pero no es creador? ¡Vaya lío!
Veo tan perdidos a mis pobres alumnos, casi abrumados, que si yo tuviera más caridad (“in omnibus caritas” ¡qué buen epitafio!), les daría una clase de principios de filosofía y teología para tranquilizar sus atribulados espíritus. Sobre todo, teniendo en cuenta que vivimos en un Occidente en mutación acelerada de modelo de civilización. Hemos pasado, en trescientos años, de la omnipresencia de la iglesia en nuestras vidas (tanto en lo social, como en lo íntimo; tanto en el poder, como en el arte; tanto en la mística, como en lo cotidiano), a la ignorancia de uno de los pilares básicos de nuestra civilización y a la marginalización del hecho religioso, llegando incluso, lamentablemente, hasta el insulto, o al ataque furibundo y soez. O burdo, como cuando siempre que hablaban de Pinochet en la televisión, ponían una imagen del dictador vestido con uniforme gris, comulgando “piadosamente”.
En medio de este panorama, vino un papa viajero, y peregrino, que hablaba de “recristianizar Europa”. Que no consiguió nunca quitarse el injusto Sambenito de conservador y reaccionario. Él, que había luchado y sobrevivido al nazismo y al comunismo. Por eso le llamaban “Wojtyla”, con desprecio displicente. Justo a continuación, un papa teólogo, al que ya habían etiquetado y clasificado antes de llegar a la silla de Pedro. Y en el péndulo para los medios de comunicación, ahora tenemos un papa “bueno”, que recuerda a Anthony Quinn en Las Sandalias del pescador, el Papá Francisco, con el nombre del Santo de Asís, con unas formas sencillas, humildes y pedagógicas, que mandan un mensaje claro y contundente, hasta estar de moda entre los gentiles (¿Hombre del año del Time Magazine?).
Creo que hay que respetar a todo el mundo, y no acabo de entender estas fobias y filias extremas. Aquellos acosos y estos encumbramientos, mediáticos y sociales. A pesar de la variedad de la Iglesia, que va de La imitación de Cristo de Tomás de Kempis, al San Manuel bueno mártir, de Unamuno, de la Teología de la Liberación a la Congregación para la Defensa de la Fe, todos los Papas remiten siempre al capítulo cuarto, versículo ocho, primera de Juan, ¿No?
Acabo con una de las mejores poesías de la mística castellana, aunque haya dudas sobre su autoría (San Juan de la Cruz, El Padre Panes o el Padre Torres, Miguel de Guevara, etc.), que yo prefiero asignar a la Santa de Ávila, tan española, tan mujer y tan cristiana:
“No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte, clavado en una cruz y escarnecido, muéveme ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera.”
Amén.
Jesús Centenera
Agerón Internacional.