La semana pasada se cumplió el quinto aniversario del descubrimiento del océano Pacífico por el español Vasco Núñez de Balboa, el 25 de septiembre de 1513; lo avistó desde un lugar que hoy corresponde a Panamá, país que acogerá la próxima Cumbre Iberoamericana.
Mientras esto acontecía, en Estados Unidos tenía lugar un nuevo encuentro de presidentes de países miembros de la Alianza del Pacífico. A él asistieron los presidentes de Perú, Colombia y Chile, y el secretario de Economía de México, Ildefonso Guajardo. Entre los planteamientos que se formularon y calaron hondo estuvo el que señalaba que aún está pendiente la integración de infraestructuras entre los actuales miembros de la Alianza entre sí y la de los que se vayan incorporando -Panamá está muy cerca de conseguirlo-, lo que haría que los intercambios comerciales entre todos sean más expeditos y que se ganara en productividad y competitividad. La Alianza del Pacífico es el séptimo bloque con más inversión extranjera directa recibida en todo el mundo. Se estiman en 4.286 los proyectos en los que es susceptible invertir, de los cuales el 56,2% está en México; el 18,2% en Colombia; el 14,7% en Chile, y el 10,9% en el Perú. Además, en agosto pasado se acordó liberalizar el comercio entre los cuatro países en el 92% de los bienes, y se espera llegar al 99% en un plazo de entre 3 y 7 años. La firma oficial de este compromiso tendrá lugar previsiblemente el próximo mes de noviembre. En este contexto, a España le interesa adquirir un estatus de «observador plus» de esta alianza. Impulsada desde abril de 2011, la Alianza del Pacífico comenzó a funcionar formalmente el 1 de noviembre de 2012, y los cuatro países que la constituyen forman un mercado que mueve el 50% del comercio en América Latina, representa el 36 % del producto interior bruto (PIB) regional, el 2,7% del PIB global, 35,8% de la población de América Latina y el Caribe y una renta per cápita media de 13.233 dólares.