Felipe Carballo Ríos.
Doctor en Ciencias Económicas.
Tarde o temprano, tenia que suceder, el contagio de la crisis financiera que sacudió los mercados y el sector bancario en 2008, primero en Estados Unidos con la burbuja del sector inmobiliario y el mercado de derivados, seguida del estallido de las burbujas de deudas soberanas de países de la UE que se cebó en los PIGS ampliados (Portugal, Irlanda, Grecia, España mas Italia, Chipre y Eslovenia ), se ha propagado como un pandemia a los BRICS (Brasil, Rusia, India China, Sudáfrica) y otros nuevos emergentes como Turquía, México, Indonesia y Nigeria.
Y es que la brutal globalización y desregulación de los mercados financieros principalmente y de los comerciales, ha contribuido al mayor y más desequilibrado crecimiento de la economía mundial en los últimos 50 años, basada en la confianza de unas estructuras financieras y monetarias multilaterales sólidas y solventes, que a la larga propiciaron la creación de burbujas financieras sobre activos y estructuras económicas, altamente especulativas y con gran volatilidad, basadas y dependientes de unos mercados en continuo e inagotable crecimiento.
Ha faltado una simple insinuación de Ben Bernanke de dar por finalizado el programa de la FED, de frenar las inyecciones de liquidez como estímulo a la economía de los Estados Unidos y por ende los bajos tipos de interés que lo nucleaban, para que los mercados financieros que ya venían deshaciendo posiciones en los países emergentes, (debido a sus fuertes contracciones en sus crecimientos del PIB y a los burbujeantes tipos de cambio monetario de sus monedas) aceleraran el proceso de desinversión, sin esperar a que los países emergentes pongan en marcha las oportunos ajustes estructurales, con las consiguientes correcciones monetarias y fiscales de sus monedas y de sus déficits.
Ya está claro que el mundo feliz de la afluencia de flujos de capital a los países emergentes, debido a su globalizada dinámica de crecimiento y a sus posibilidades especulativas, fue el caldo de cultivo alternativo a los bajos tipos de interés, cercanos al cero, que tanto la FED como el BCE impusieron en sus estructurados mercados financieros y que en lógica y economicista consecuencia desviaron a los países emergentes flujos desmedidos de capitales, bajo la forma bien de IDEs, o compra de emisiones de Deuda de los mismos.
Por consiguiente, se propiciaron altísimos y rápidos crecimientos en sectores altamente especulativos, materias primas, construcción y servicios, al mismo tiempo que generaba una ilusoria sobrevaloración de sus monedas y una creciente inflación, que solo ajustes al alza de sus tipos de interés intentaban mitigar, que no frenar. Así, el Real se revaluó más del 37% sobre el Euro, la Rupia el 25% y en la misma línea, el Rublo, el Rand o la Lira turca; solo el Renmimbi, bajo fuerte presión revalorizadora, sufría, por su modelo monetario, severas autorregulaciones en su sobrevaloración, intentando mantener difícilmente la competitividad de sus sectores exportadores, en un merco global de caída de los mismos.
La continuidad de la crisis y las caídas del nivel de intercambios en Europa y Estados Unidos fundamentalmente, han hundido las boyantes Balanzas Comerciales de los países emergentes, retornando a déficits estructurales que parecían olvidados en la mayoría de ellos, que se refleja en el paulatino deterioro de sus Balanzas de Pagos, al reducirse las inversiones y las compras de Deuda desde el exterior, y por ende, la confianza de los Mercados Financieros en sus economías a corto y medio plazo.
Y es que los Mercados comienzan de nuevo a mirar, con mejores ojos, otros escenarios y países. Que pasadas sus particulares recesiones, como ha sido el caso de los Estados Unidos o el calvario de los ajustes estructurales de los PIGS dentro y fuera de la Zona Euro, parecieran estar tomando de nuevo la senda del crecimiento.
Esta casi segura salida de la recesión, está propiciando las nuevas y variadas políticas de restricciones a nuevas inyecciones de liquidez en el sistema y de progresivos aumentos de los tipos de interés; como siempre empezando por la FED y seguida previsiblemente por el BCE y otros Bancos Centrales, cuya consecuencia más clara es que algunos de los Países Emergentes empiezan a prever medidas de emergencia financiera, tomando medidas regulatorias y ajustes monetarios y fiscales que ayuden a mitigar las previsibles consecuencias de las citadas políticas en sus vulnerables economías.