Independencia de catalunya una fractura social - Moneda Única
Opinión

Independencia de catalunya una fractura social

Josep-Bertrán-(PompeuFabra)

Josep Bertrán
Miembro del consejo editorial de Moneda Unica.
Profesor de comercio internacional Universidad PompeuFabra.
Director general de MTPSINSPAIN.


Observaba el pasado 11 de septiembre en Egipto, el trato que mis clientes empresarios, daban a los menos pudientes económicamente. La distancia entre unos y otros va mucho más allá de lo económico, la movilidad social no existe. Usando la metáfora del ascensor, sería algo así como dos elevadores que van por escaleras diferentes y que se observan con odio. En Rusia donde las dificultades para sobrevivir son imperantes y el reparto tanto del poder como del bienestar ha sido desigual, aleatorio e injusto, se percibe también esta ruptura social. El individualismo es la ley y cada vez más una minoría privilegiada fomenta un crecimiento insolidario que llega al desprecio. En la España predemocrática, aquél que disponía de una parcela de poder en el ámbito que fuera, la usaba sin freno ni compasión. El fenómeno de la fractura, es difícil de explicar sin usar parámetros históricos de heridas no resueltas, pero que se repite insistentemente en muchos países.

La disgregación que se ésta produciendo en España con el proceso de nuevas elecciones y opción a la independencia de Catalunya, es sin lugar a dudas uno de esos momentos históricos en los que una parte de la sociedad se queda a un lado, no solo entre la sociedad española sino también dentro de la sociedad catalana. El transitar con el debido tacto hacia donde haga falta, debe ser un compromiso de todos, conseguirlo es de vital importancia. Existe un tempo determinado para alcanzar cualquier objetivo. Si la mayoría de catalanes quiere ser independiente habría que escuchar esa propuesta con sosiego, convencer a los de aquí y a los de allí que no lo ven claro, con un calendario amplio. Algunos economistas avalan la tesis de que la nación Catalana es viable económicamente, sólo si al salir lo hace con un gran consenso. Catalunya no es un miembro amputable de España, como un brazo. Si seguimos con las metáforas, sería un órgano vital.

Cooperación

De la relación a lo largo de los años con mis familiares de Castilla y León he aprendido muchas cosas. Una, respecto a la forma de ser español que resaltaría, la caridad. Lo veo en sus actos, en la cantidad de hospitales, como dirá Ortega y Gasset, y éste añadiría también en el número de iglesias… Sé que  admiran de Catalunya el espíritu emprendedor, por poner un ejemplo simple; un empleo en el sector público se valora como un éxito y en Catalunya como una opción poco ambiciosa. La balanza fiscal entre estas dos comunidades es deficitaria, pero lo que he podido aprender como persona de los palentinos, ha sido de suma importancia en mi vida. Al vivir juntos, nos hemos hecho mejores. Cuando hace diez años inicié la cooperación con socios europeos estaba convencido de que como español podía aportarles muchas cosas, sobre todo al ver que sus limitaciones se ajustaban bastante a los tópicos de país. Pero la conclusión que me gustaría resaltar es que fueron ellos los que me cambiaron. Lo más importante es que los proyectos empresariales que hacemos juntos son de mucha más calidad ahora, al ser genuinamente europeos. La precisión alemana, la flexibilidad española, la creatividad italiana, la libertad de expresión francesa, están implícitos en los servicios que fabricamos.

Lo genuinamente obtenido como resultado de la mezcla española es de más calidad que cuando proviene de una sola parte. Me gustan los españoles inteligentes que hacen programas de televisión interesantes, son un espejo que en ocasiones cuestiona las nieblas del provincianismo, me gustan los cantantes que en castellano dicen cosas bonitas y llegan a lo más profundo, los escritores como Miguel Delibes cuando reflexiona sobre la vida, deseo acercarme a su visión. Quiero parecerme a ellos, supongo que estoy diciendo que quiero ser “globalmente español”, aunque me cueste manifestarme a favor de una u otra etiqueta siempre tan reduccionista, ya que puestos a elegir prefiero un mundo sin fronteras. Mi postura al respecto de la independencia es la búsqueda de lo que nos une con los españoles y de lo que nos separa, revisándolo dentro de un modelo autonómico más justo, respetuoso y por lo tanto integrador.

Emociones

Emociona también entrar en el museo del Prado y ver que allí se guardan obras de arte de compatriotas antepasados (SIC), es cierto que esa sensación está presente en el Gran museo de Bruselas, pero no con la misma intensidad. Tampoco en Madrid tienen la misma intensidad esos subidones al compararlos con los de algunos pintores catalanes en la pinacoteca de Montserrat. Emociones que habría que respetar y potenciar con inteligencia. Si no, no sabemos modular las pulsiones independentistas dándoles un tempo adecuado, sufriremos en exceso. Por citar un ejemplo, los que vivimos de “la imagen de marca país” estamos padeciendo mucho estos últimos meses. Los cursos a médicos rusos en hospitales españoles que organiza mi empresa, hoy parecen de menor calidad que si los hacen en hospitales alemanes; hay que convencerles de que no es cierto. Con cada manifestación en las calles de una ciudad española, una lluvia de emails aparece en mi correo seguido de explicaciones de que todo está bien, de que nuestro sistema sanitario sigue siendo uno de los más modernos del mundo. Una coletilla comercial se ha convertido en el modelo al uso detrás de cada correo.

Independencia con cifras económicas

Argumentar la independencia y usar sólo cifras económicas es insuficiente por la importancia de lo que está en juego. La independencia es una opción cuando los abusos van más allá de los económicos (en el norte de Mali, en el sur de Sudán, al este de Moldavia) y erosiona seriamente la dignidad de sus ciudadanos. La España democrática actual dista mucho de ese comportamiento.

Si hemos negociado mal con el gobierno español, debemos de enmendarlo para que no siga así, recordando que un desequilibrio se produce siempre que el dinero es el árbitro. Uno gana más y otro menos en todos y cada uno de los negocios, pero los hábiles  saben que si siguen, el ciclo se revierte. La solución es tirar de la cuerda todo lo posible y soltar antes de que se rompa.

Cuando las cifras que se manejan son grandes, pretender evitar que surja un visión política es pueril y así se explica cómo las opiniones sobre el déficit fiscal de los economistas nacionalistas españoles divergen, y mucho, de la de los nacionalistas catalanes. Es que las matemáticas no son ya suficientes. Cuidado con la solemnidad de los analistas ya que esconde hipocresía (Bertrand Russell).

La solución es siempre la misma, transparencia. Necesitamos de una institución donde el desequilibrio se negocie permanentemente y que los negociadores cambien. Igual valdría también como el lugar donde se analizaran los contratos de empresas catalanas con el gobierno de la Generalitat que a muchos nos parecen revisables: autopistas.

Hipotecas históricas

Mi abuelo proclamó la independencia de Catalunya en 1934 y lo encarcelaron en la prisión de Lérida, pero no me siento heredero de esas ideas, tampoco creo que la España del 1714, que cerró un largo período de nación catalana, sea la actual. Ha pasado el tiempo suficiente como para avanzar en la dirección que sea, sin hipotecas. A las familias lo que les interesa es la búsqueda del bienestar, acceder a los servicios de una sociedad moderna: universidades, hospitales, trabajo, escuelas, carreteras, libertad de expresión y estabilidad para todos. Éste debe ser el debate central. Una sociedad es como un barco en el mar, si no se zarandea, los pasajeros pueden ordenar sus vidas y lo hacen mejor si el estado, los oficiales, no intervienen en exceso.

Criticas a nuestro líderes

Nuestros lideres no hacen bien su trabajo, priorizan temas políticos. Necesitamos gestores capaces de ilusionar que espanten miedos para crear, invertir, buscar oportunidades, estudiar y reciclarse. Desde sus atalayas sociales, los líderes institucionales, académicos, políticos, deberían avistar horizontes claros e indicar hacia dónde debemos caminar. El sector inmobiliario tan criticado, dio ilusiones, proyectos. Lo del “tocho” es una simplificación muy elemental: pequeños electrodomésticos, electricidad, carpintería, fontanería, arquitectos, pintores. Hay que volver a dar ideas para crear de nuevo entre todos un sector económico próspero y evitar los excesos que lo explosionaron. Estas directrices no emanan de nuestros líderes que se contentan con recortar, politizar, criticar, exagerar. Una hoguera de vanidades.

Josep Bertrán
Miembro del consejo editorial de Moneda Unica.
Profesor de comercio internacional Universidad PompeuFabra.
Director general de MTPSINSPAIN.

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