José María Triper.
Corresponsal económico de elEconomista.
Se lamentaba, en el Parlamento, la secretaria de Estado de Cooperación, Soraya Rodríguez, del tijeretazo que el Gobierno ha dado al presupuesto del Plan de Cooperación para este año. Un total de 1.031 millones menos que en 2010 pero que, pese a todo, dejan los recursos de Cooperación en la nada despreciable cifra de 4.233 millones de euros, siete veces más que la “limosna” de 630 millones que han dejado para apoyar la internacionalización de las empresas, cuando el impulso a la demanda exterior es la única válvula de salida para contrarrestar el hundimiento de la demanda interna, y cuando han sido también las exportaciones el motor fundamental en la rápida y sólida recuperación de la economía alemana.
Un volumen de recursos, los de Cooperación, sobre los que, en su mayor parte, el Ministerio de Asuntos Exteriores pierde el control y que pasan a ser directamente gestionadas por los bancos multilaterales y que apenas generan influencia ni retornos, en forma de contratos, para España.
El propio Plan Anual de Cooperación Internacional para 2010 reconoce en el análisis de la ejecución por instrumentos que “la cooperación que se realiza vía Organismos Multilaterales de Desarrollo, alcanza los 2.799,76 millones de euros, el 53,18 por ciento del total de la AOD (Ayuda Oficial al Desarrollo) neta, incluyendo en esta cifra los créditos del Fondo de Ayuda al Desarrollo (FAD), los fondos fiduciarios y la contribución al Fondo de Agua y Saneamiento (FAS).
Unos fondos que Exteriores cede a las Instituciones Financieras Internacionales (IFIs), porque la Secretaría de Estado de Cooperación no tiene estructura para manejar tales cantidades mientras que, paradójicamente, veta en la práctica el acceso a esos recursos a las empresas españolas. Una actitud que contrasta con la que mantienen nuestros principales socios en la UE como Francia, Alemania o Reino Unido, que preparan la licitación de los proyectos a la carta de su oferta nacional.
También la CEOE denuncia, en un informe sobre financiación internacional elaborado por su Departamento de Relaciones Internacionales, que “el espectacular incremento presupuestario” dedicado en los últimos años a la AOD no se ha acompañado de “una profunda reforma de las estructuras administrativas que permitiera programar y canalizar de manera adecuada y eficaz la ayuda”
A pesar de que la propia Soraya Rodríguez reclamaba en el Congreso y el Senado la participación de las empresas en los programas de Cooperación, la realidad es que en esa Secretaría de Estado nadie se ocupa de atender a los empresarios que se interesan por los proyectos de la cooperación española.
Para empezar no existe una página web actualizada y transparente de los proyectos financiados y financiables, ni tampoco hay un registro al que puedan acudir las empresas y la ONGs interesadas en el desarrollo. Pero, lo que raya en lo esperpéntico es que el responsable de las relaciones con las empresas en la Agencia Española de Cooperación (AECI), Santiago Porto, no pertenece a la nómina del Ministerio, ni tiene despacho ni tarjeta oficial, lo que hace prácticamente inoperante su gestión.
Una falta de atención hacia la empresa la que demuestran los responsables de la Secretaría de Estado de Cooperación que es mucho más grave en el caso de los sectores de sanidad y educación, que fueron excluidos del FIEM (Fondo para la Internacionalización de las Empresas), la parte del extinto FAD que se ha quedado la Secretaría de Estado de Comercio, y que se ven incapacitados para acogerse al Fonprode, (el fondo que se llevó Cooperación) por las insensibilidad de este ala de Exteriores.
En un país con más de cinco millones de parados y en el que ocho millones de personas viven por debajo del umbral relativo de la pobreza, quizás alguien debería dedicar dos tardes a enseñar a Trinidad Jiménez, Soraya Rodríguez y el resto de responsables de exteriores que las 1.658 empresas españolas internacionalizadas han creado 2,13 millones de puestos de trabajo, de los que más de la mitad, 1,35 millones han sido en España, y que si alguien es capaz de crear riqueza y desarrollo, dentro y fuera, son esos emprendedores a quienes ellos ignoran, cuando no desprecian.
José María Triper
Corresponsal económico de elEconomista.