Josep Bertrán
Miembro del consejo editorial de Moneda Unica.
Profesor de comercio internacional Universidad PompeuFabra.
Director general de MTPSINSPAIN.
Los europeos debemos iniciar la conquista de ese espacio “en las mentes de los turcos” |
Retrasar la incorporación de Turquía a la Unión Europea, tiene consecuencias estratégicas que van más allá de lo previsto, por un lado el país es en la actualidad moderadamente laico, es decir que la influencia del Islam más radical está todavía bajo control tanto e nivel político como en el ejército, dos de las instituciones claves en el manejo de la realidad social.
El dualismo entre el bando laico, dirigido por los militares y el islamista fuerte en las zonas rurales de Anatolia se radicaliza. Esto quiere decir que el imaginario de más gentes está siendo conquistado a riesgo de perder la oportunidad de tener cada vez menos aliados turcos al acervo occidental. Cada vez hay más mujeres que usan el pañuelo para cubrirse la cabeza, un símbolo -insignificante si se quiere – de que el tiempo juega en contra de los europeos. No se trata de un debate, pañuelo si o no, sino de mentes y formas de ver la vida. La actual inestabilidad del sistema genera grandes bolsas de descontento que las organizaciones islamistas radicales capitalizan de una forma que debería de preocupar aún más a occidente.
Los europeos debemos iniciar la conquista de ese espacio “en las mentes de los turcos” y para ello tenemos un poderoso instrumento el de la Unión Europea, de lo contrario la brecha será cada vez mayor y para conseguir que las voces de Europa lleguen a los países del Oriente Medio, el Cáucaso y Asia Central sólo quedarán los recursos más primarios. El tiempo juega en nuestra contra.
Desde la óptica europea Asia Central queda a una distancia tan grande que los problemas de allí cuesta pensar que repercutirán aquí, pero lo de la distancia es sólo una ficción. Pongamos un par de ejemplos: la masiva producción de opio y heroína en Afganistán (90 % mundial), se consume en nuestras ciudades. A nivel de pandemias, la gripe aviar, al parecer de origen centro asiático, fue un ejemplo paradigmático.
La influencia de Turquía, se extiende mucho más allá, llegando con fuerza a varios países de Asia Central: Turkmenistán, Kazahastán, Uzbequistán… La necesidad de pacificar los movimientos islámicos en estos países es ya mucho más perentoria, especialmente, después de la desaparición de la Unión Soviética. El descontento económico creó parámetros sociales en cada uno de ellos que evolucionan sin el paraguas del imperio común.
Si bien a nivel económico, la URSS era una carga excesivamente pesada en los últimos tiempos, también fue un freno indiscutible en el momento de matizar los excesos que se pudieran producir como resultado del desequilibrio social.
Por sus orígenes históricos (El imperio Otomano) Turquía, guarda un marcado nivel de influencia en muchos de los países del Cáucaso que ven a sus vecinos como símbolo de la modernidad y del progreso. Fabricantes de productos y servicios con una imagen de calidad superior.
“Si espera al miércoles un imán turco que nos visitará, será el responsables de las circuncisiones de menores, este mes” (rezaba un anuncio de propaganda en una mezquita de Bakú en Azerbaiján.).
Una mejor comprensión del mundo musulmán es cada vez más necesaria, la creciente presencia del fenómeno radical nos obliga a buscar soluciones inteligentes y de gran alcance. Turquía poco a poco se está convirtiendo en una sociedad conservadora desde un punto de vista religioso, como no ocurría desde hacía mucho tiempo en su historia. Europa está colaborando implícitamente. Hay que convertir a Turquía en una solución no en un problema.
El laicismo practicado en un contexto musulmán como es Turquía tiene mucho en común con el laicismo practicado en la Europa cristiana. Aquí es donde hay coincidencias, mientras que en el radicalismo cristiano y el musulmán sólo encontraremos divergencias.
El Islam promete un futuro interesante para Turquía, que nadie se lleve a engaño. De lo que se trata desde Europa es de demostrar que el futuro fuera del Islam radical es aún más prometedor. Los jóvenes turcos entenderían la modernidad europea fácilmente. Es algo que se puede exportar con convicción, finalmente tenemos un buen producto -no era así hace tan solo cincuenta años-: democracia, derechos humanos, libertad de expresión, respeto al género.
Europa era un club de “blancos, ricos y cristianos”, esta dando pasos correctos en cuanto a la riqueza, y con Rumania somos automáticamente más solidarios. Pero no consigue apostar fuerte por el reconocimiento religioso. Podemos aportar estabilidad a Turquía, y recibir a cambio un gran crédito diplomático como mediador en los conflictos mundiales.
Dotando de estabilidad a Turquía se inicia un poker geopolítico, con un impacto en el conflicto armenio, (para resolver la disputa y admisión de las causas y las responsabilidades) implícitamente se desbloquearían las relaciones de Azerbaijan con Armenia (y se avanza en la resolución del conflicto de Karabaj) y así sucesivamente hasta Asia Central.
Pero la llamada a la puerta europea, de un gran país como Turquía no se oirá siempre. De hecho ya se ha iniciado un proceso de no retorno y se observan claros síntomas de que su mirada, está puesta en la otra dirección. Crece el resentimiento nacionalista contra occidente, contra Europa.
Desbloquear el estado actual del posible ingreso, está en las manos de los partidos conservadores de Francia y Alemania además de otros países como Grecia y por supuesto Chipre. Estados Unidos puede ayudar, siempre ha sido consciente de la importancia vital de Turquía con quien ha encontrado un aliado, incluso en la recientes guerras contra el terrorismo internacional.
Josep Bertran
Profesor de comercio internacional Universidad Pompeu Fabra.
Miembro del consejo editorial de Moneda Única